EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

AGRADECER LA ACCIÓN DE DIOS


“El Evangelio de Hoy”: Lc 17, 11-19

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas:

 

En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Al verlos, les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado".  Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

El texto evangélico de la sanación de los diez leprosos nos revela la solicitud de Jesús por los necesitados. La misión de Jesús es la de mostrarnos el amor de Dios. Jesús muestra este amor a través de gestos concretos, respondiendo a las necesidades de las personas. Nuestro Dios no estará tranquilo hasta no ver a su pueblo sano, contento y lleno de fuerza para forjar su historia. Pero no siempre somos capaces de ver los signos de la presencia de Dios en nuestro mundo, acompañando, sanando, consolando e inspirando a sus hijos. Nos entretenemos en múltiples asuntos pasajeros y no somos capaces de ver el paso de Dios por nuestras vidas ni de reconocer su servicio amoroso a nuestro favor, como el samaritano que regresa, agradece y manifiesta su interés de trabajar al lado de Jesús y en su misión.

 

Los cristianos tenemos que preguntarnos por qué no alcanzamos a disfrutar de la obra salvadora de Dios. Por qué Jesús no ejerce ninguna influencia determinante en nuestra vida. Por qué no reconocemos en Jesús al Dios con nosotros. Creo que, de cara a nuestros hermanos y hermanas, estamos llamados a lo mismo: reconocerles y aliviarles sus males en el nombre de Jesús. Así que pidamos la luz del Espíritu de sabiduría para vivir la sana sensibilidad frente a quienes padecen un mal. 

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