EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

DOLORES DE MADRES DE AYER Y DE HOY


 

“El Evangelio de Hoy”: Jn 19, 25-27

 

Lectura del santo evangelio según san Juan:

 

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

Los seguidores de Jesús recuerdan la figura de María de Nazaret recordando algunos de los grandes valores que la caracterizaron. Si ayer fue la fiesta de la exaltación de la cruz, hoy es la de la virgen de los dolores. Las dos van en la misma línea. Podemos evocar fácilmente el dolor de una madre que ve agonizar a su hijo clavado en una cruz. La manera como María reacciona frente a esta dolorosa tragedia humana de su hijo nos puede ayudar a nosotros a afrontar nuestras situaciones de sufrimiento de manera cristiana.  Ya sabemos que el dolor y el sufrimiento no salvan. Ni Jesús ni María amaban o buscaban el sufrimiento. Ellos vivieron la entrega por amor, y en ese ejercicio encontraron sufrimientos e ingratitudes. 

 

 Las actuaciones y actitudes encarnadas por Jesús y que lo enfrentaban a las autoridades de su tiempo son: la inclusión de mujeres en el grupo de sus seguidores, el contacto permanente con leprosos y enfermos, la comida compartida con publicanos y pecadores. Y tal vez, lo más significativo fue el hecho de que Jesús constituyera una nueva manera de ser familia a partir de la escucha y la práctica de la palabra de Dios, lo que pudo causar mayor inquietud entre sus parientes. Todos estos acontecimientos rompen totalmente con las tradiciones judías vividas hasta el momento y constituyen la mayor originalidad de los cristianos y cristianas de ayer y de hoy, si se viven desde la óptica del amor fraterno.

 

La Madre guardaba sus inquietudes en el corazón y esperaba pacientemente y activamente el cumplimiento de las promesas de Dios. María supo mantener la proximidad y seguir al hijo hasta la cruz. Permanecer junto a la cruz, a pesar del dolor mortal que la embargaba, es claramente una forma de resistencia ante la violencia que ejercida contra su hijo amado. Lo que nos toca a nosotros hoy es Reconocer el gran amor que Dios nos tiene y amar a Jesús como María lo amó. No nos conformemos con “ir donde va la gente”. Dejemos que el Espíritu que fecundó a María nos acompañe,   sostenga y anime.

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