“El Evangelio de
Hoy”: Mc 9, 2-10
Lectura del
santo evangelio según san Marcos
En aquel tiempo,
Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una
montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de
un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron
Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo
a Jesús : - « Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas,
una para ti, otra para Moisés y otra para Ellas.» Estaban asustados, y no sabía
lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: -
«Éste es mi Hijo amado; escúchenlo.» De pronto, al mirar alrededor, no vieron a
nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les
mandó: - «No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos.» Esto se les quedó grabado, y discutían qué
querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos». Palabra del Señor.
Reflexión
En la vida
necesitamos un «fundamento sólido» para tener consistencia, pero el ser humano
no puede sustentarse a sí mismo. Necesitamos confiar en «algo» fuera de
nosotros mismos. Vivimos buscando en qué apoyarnos. La sociedad pluralista de
la que formamos parte nos vive ofreciendo soportes y fundamentos: bienestar,
prestigio social, calidad de vida, progreso, placer. Nos toca decidir sobre qué
fundamentarnos. El evangelio nos hace una llamada clara a construir nuestra
vida apoyándonos en Jesucristo como verdadero salvador. Así dice la voz que
resuena en lo alto del Tabor: «Éste es mi Hijo amado, escúchenlo» Y, cuando los
discípulos caen por tierra asustados, el mismo Jesús los reconforta: «No
tengan miedo.»
No hemos de
tener miedo. Lo
propio de la fe cristiana consiste en fundamentar la existencia en Jesucristo.
Él es el salvador no sólo de la muerte, también de la vida. Él es el salvador no sólo
del pecado, también del absurdo de una vida vivida sin sentido profundo. Jesús es el camino,
la verdad y la vida. El que lo ha encontrado, lo sabe.
Hemos de
aprender a leer juntos el Evangelio, ponernos en contacto directo e inmediato
con la Buena Noticia de Jesús. En esto hemos de gastar las energías. De aquí
empezará la renovación que necesitan hoy nuestras Comunidades Cristianas. Si
perdemos atracción como institución humana, como Iglesia, hemos de descubrir la
atracción que tiene Jesús, el Hijo amado de Dios, para quienes buscan verdad y
vida. Démonos cuenta de que todo nos está empujando a poner con más fidelidad
su Buena Noticia en el centro del cristianismo. Escuchemos a Jesús.