EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

domingo, 16 de agosto de 2015

EL QUE COME DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE

 “El Evangelio de Hoy” Jn 6,51-58

Lectura del santo evangelio según san Juan

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre." Palabra del Señor.

REFLEXION

El que coma de este pan, vivirá para siempre. Hoy podemos preguntarnos ¿cuál es nuestra calidad de vida? Queremos mejoría y crecimiento. Pero con frecuencia andamos equivocados. Creemos que nuestra vida mejora cuando mejora nuestro medio de transporte, nuestros electrodomésticos o nuestro lugar de residencia. Y, sin embargo, no es así. Se puede tener casi toda la «calidad de vida» que nos ofrece esta sociedad, y no saber vivir. Naturalmente, intentamos llenar nuestro «vacío de vida», rellenándolo de placer, agitación, codicia. Nos queremos llenar de cosas, pero las cosas son incapaces de darnos vida.

Es necesario ir a las raíces. Necesitamos descubrir un nuevo estilo de vivir. Plantearnos todo de una manera nueva. Volver a descubrir el misterio de la vida. Aprender a ser hombres y mujeres más felices. Y es aquí donde los creyentes debemos escuchar hoy la interpelación de Jesús como fuente de vida y esperanza para la humanidad. Y descubrir el valor imperecedero del evangelio y su capacidad de animar y transformar la vida.

No encontraremos nuestra verdadera felicidad si no retornamos a los valores evangélicos más hondos: la sencillez, la sobriedad, la solidaridad con todos, la acogida a los pequeños, la amistad sincera, el encuentro gozoso con Dios. Jesús puede infundir de nuevo en nosotros un deseo inmenso de vivir. Un deseo nuevo de verdad, belleza, plenitud. Él puede ayudarnos a descubrir de manera nueva la vida, el amor, las relaciones humanas, la esperanza. Él puede abrir horizontes nuevos a nuestra libertad. Puede despertar en nosotros nuevas aspiraciones de generosidad. Puede acrecentar nuestra capacidad de aceptar riesgos por la justicia y la verdad.


De manera que cuando Jesús dice el que coma de este pan vivirá para siempre, está refiriéndose a su vida misma, a su manera de vivir, a su calidad en las relaciones con los demás. Jesús no da cosas, se da él mismo en lo esencial. No vamos a encontrar en él ante todo una doctrina, ni una moral, ni una filosofía. Vamos a encontrarnos con un acontecimiento capaz de dar nueva vida a nuestra existencia: Dios compartiendo la aventura de nuestro diario vivir. ¿Seremos capaces de «alimentarnos de Jesús?». Escuchemos nuevamente su promesa: «El que coma de este pan vivirá para siempre».

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