EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

viernes, 13 de marzo de 2015

NO HAY MANDAMIENTO MAYOR QUE ÉSTOS

 “El Evangelio de Hoy”: Mc 12,28b-34

Lectura del santo evangelio según san Marcos:

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" Respondió Jesús: "El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos."
El escriba replicó: "Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios." Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: "No estás lejos del reino de Dios." Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

El principal  mandamiento de la ley de Dios, es doble: amor a Dios y al prójimo. El amor a Dios y al prójimo es inseparable, tiene una fuente común, pues “Dios es el único Señor”. Nuestra fe fundamentada en la Palabra de Dios es el reconocimiento de Dios como el absoluto de nuestras vidas, a él sólo debemos amar con todo el corazón. La pregunta sobre “el primero de todos los mandamientos”, nos interroga sobre el centro de nuestra vida. Como mandamiento obliga a todos, a todas, y apunta a dos estilos de relaciones. Son dos caras de una misma moneda que tienen como denominador común el amor, expresado a Dios “con el compromiso de toda nuestra vida”:


corazón, alma, mente, ser,  y,  al prójimo “como a uno mismo”, es decir, como si yo fuera el destinatario de ese amor. Pretender vivir uno de estos mandamientos sin vivir el otro es falsear los dos. Amar a Dios es hacer que sean importantes para nosotros quienes son importantes para Él. Amar  los otros como si fueran de nuestras propias familias. Este doble mandamiento más importante parece fácil de digerir pero sabemos que tanto para los escribas del tiempo de Jesús como para nosotros hoy,  es fácil hablar correctamente de Jesús, pero lo difícil es la práctica cotidiana de este amor.

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