EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

viernes, 13 de marzo de 2015

EL PODER DEL BIEN

“El Evangelio de Hoy”: Lc 11,14-23

Lectura del santo evangelio según san Lucas:

En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: "Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios."
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: "Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, sus hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Jesús combate el mal y lucha a favor del bien y de la salvación, con las armas del amor, con el dedo de Dios. Hemos llegado a un momento tal de crítica sospecha que hasta el bien lo vemos como mal. Esta desconfianza nos impide ver los acontecimientos positivos que Dios puede estar realizando, a través de personas concretas, a favor de nuestras comunidades. Es deseable una conciencia crítica que nos ayude a valorar las cosas y los hechos en su justa dimensión pero tenemos que ser positivos y saber reconocer lo que está bien e incluso, ponernos a trabajar por el bien nuestro y el de nuestros hermanos.


“No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Los prejuicios, de cualquier tipo, nos inhabilitan para ver y reconocer las acciones salvadoras de Dios en la vida de las personas,  en la propia y en la historia. Somos invitados, bajo toda nuestra libertad, a reconocer lo que Dios ha hecho en nosotros, darle gracias por su presencia en nuestras vidas y asociarnos a él en la lucha por el bien, la fraternidad, la justicia, la solidaridad, la paz y la seguridad que tanto deseamos.

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