“El Evangelio de Hoy”: Marcos 6, 53-56
Lectura del santo evangelio según san Marcos:
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, terminada la
travesía, tocaron tierra en Genesaret, y atracaron. Apenas desembarcados,
algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se
enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En
la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza
y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo
tocaban se ponían sanos. Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy celebramos la
jornada mundial del enfermo. Es una invitación a tomar en cuenta a las personas
que padecen enfermedades o la edad los ha debilitado y quitado independencia.
Alguien decía que la calidad de una comunidad de podía medir por la atención
brindada a los enfermos y personas con edades avanzadas. Los enfermos no pueden venir a nuestras
actividades pero pertenecen a nuestras comunidades, hay que ir hasta ellos.
Jesús devuelve la salud a la gente enferma y herida por la realidad política,
económica, social y religiosa. Acoge a los enfermos, les ayuda a recuperar su
salud y, con ella, su dignidad. Por eso el pueblo acude a él, porque descubre
en sus palabras y en sus acciones una fuente inagotable de vida y esperanza. La
realidad nuestra en materia de atención sanitaria es muy lamentable.
¿Cuántos pueden pagarse
un tratamiento médico que le recupere de una enfermedad? Sabemos que en
nuestros países la medicina se ha convertido en un negocio privado y lucrativo.
Los seguidores de Jesús, estamos llamados a entregar generosamente nuestra vida
por la salud del pueblo. No sólo su salud física, sino también psíquica,
espiritual y social. Hay muchas enfermedades sociales que nos afectan, como la
explotación económica, la corrupción y opresión política, la marginación, la
exclusión religiosa que padecen muchas comunidades. Dios nos ayude a vivir el Evangelio
atendiendo a los más necesitados de nuestro servicio.
Saludemos la decisión
del Papa Benedicto XVI de renunciar a su ministerio papal, como un gesto sabio,
concienzudo y saludable para la Iglesia. Oremos para que, de la misma manera,
su sucesor sirva al mundo con amor y entrega.
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