Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En aquel
tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios,
estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a
la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de
las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la
barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de
hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro, y echad las redes para
pescar."
Simón contestó:
"Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero,
por tu palabra, echaré las redes."
Y, puestos a la
obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron
señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se
acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto,
Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Apártate de mí,
Señor, que soy un pecador."
Y es que el
asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada
de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a
Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres."
Ellos sacaron
las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Palabra del Señor.
Reflexión Invitada: LA
FUERZA DEL EVANGELIO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
El episodio de una pesca sorprendente e inesperada en el
lago de Galilea ha sido redactado por el evangelista Lucas para infundir
aliento a la Iglesia cuando experimenta que todos sus esfuerzos por comunicar
su mensaje fracasan. Lo que se nos dice es muy claro: hemos de poner nuestra
esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio.
El relato comienza con una escena insólita. Jesús está de
pie a orillas del lago, y “la gente se va agolpando a su alrededor para oír
la Palabra de Dios”. No vienen movidos por la curiosidad. No se acercan
para ver prodigios. Solo quieren escuchar de Jesús la Palabra de Dios.
No es sábado. No están congregados en la cercana sinagoga
de Cafarnaún para oír las lecturas que se leen al pueblo a lo largo del año. No
han subido a Jerusalén a escuchar a los sacerdotes del Templo. Lo que les atrae
tanto es el Evangelio del Profeta Jesús, rechazado por los vecinos de Nazaret.
También la escena de la pesca es insólita. Cuando de
noche, en el tiempo más favorable para pescar, Pedro y sus compañeros trabajan
por su cuenta, no obtienen resultado alguno. Cuando, ya de día, echan las redes
confiando solo en la Palabra de Jesús que orienta su trabajo, se produce una
pesca abundante, en contra de todas sus expectativas.
Los cristianos venimos experimentando que nuestra
capacidad para transmitir la fe a las nuevas generaciones es cada vez menor. No
han faltado esfuerzos e iniciativas. Pero, al parecer, no se trata solo ni
primordialmente de inventar nuevas estrategias.
Ha llegado el momento de recordar que en el Evangelio de
Jesús hay una fuerza de atracción que no hay en nosotros. Esta es la pregunta
más decisiva: ¿Seguimos “haciendo cosas” desde un Iglesia que va perdiendo
atractivo y credibilidad, o ponemos todas nuestras energías en recuperar el
Evangelio como la única fuerza capaz de engendrar fe en los hombres y mujeres
de hoy?
¿No hemos de poner el Evangelio en el primer plano de
todo? Lo más importante en estos momentos críticos no son las doctrinas
elaboradas a lo largo de los siglos, sino la vida y la persona de Jesús. Lo
decisivo no es que la gente venga a tomar parte en nuestras cosas sino que
puedan entrar en contacto con él. La fe cristiana solo se despierta cuando las
personas descubren el fuego de Jesús.
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