Lectura del santo
evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
"¿Entonces, qué hacemos?" Él contestó: "El que tenga dos
túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo
mismo."
Vinieron también a
bautizarse unos publicanos y le preguntaron: "Maestro, ¿qué hacemos
nosotros?" Él les contestó: "No exijan más de lo establecido."
Unos militares le
preguntaron: "¿Qué hacemos nosotros?"
Él les contestó:
"No hagan extorsión ni se aprovechen de nadie, sino conténtense con la
paga."
El pueblo estaba en
expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la
palabra y dijo a todos: "Yo les bautizo con agua; pero viene el que puede
más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él les bautizara
con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y
reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se
apaga."
Añadiendo otras muchas
cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio. Palabra del Señor.
Reflexión
invitada de Hoy: ¿QUÉ PODEMOS HACER?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
La
predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del
desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón:
era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos
se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?
El
Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas
prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo
penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo
mirando atentamente a los necesitados.
No se
pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en
el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: “El que
tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida,
que haga lo mismo”. Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en
medio de esta sociedad en crisis?
Antes
que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de
información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no
tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en
toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre
nosotros.
No
basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más
sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de “empobrecernos” poco a poco,
recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más
necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.
Podemos
estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de
exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin
ingresos ni recurso social alguno… Hemos de salir instintivamente en defensa de
los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para
enfrentarse a su futuro.
Desde
las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar
cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de
situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de
recursos materiales, gestión de posibles ayudas…
La
crisis va a ser larga. En los próximos años se nos va a ofrecer la oportunidad
de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento
de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la
falta de compasión en la gestión de la crisis… Será nuestra manera de acoger
con más verdad a Cristo en nuestras vidas.
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