“El
Evangelio de Hoy”: Mateo 5, 1-12a
Lectura del santo evangelio según san
Mateo:
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío,
subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a
hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos
es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán
consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan
por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos. Dichosos ustedes cuando les insulten y les persigan y les calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque su recompensa
será grande en el cielo." Palabra del Señor.
Reflexión
Celebramos hoy la fiesta solemne de
todos los santos y santas. Qué bueno
sería que ella no se redujera sólo a lo que hemos solido llamar “mundo
católico”, sino a un mundo verdaderamente «católico», o sea, verdaderamente «universal»,
que es lo que etimológicamente significa la palabra. La Iglesia comenzó a
escribir sus santos en una lista en el siglo XI de ahí que no todos los santos
de nuestra historia estén inscritos ahí. La fiesta de hoy tiene que ser
realmente universalizada. Metamos en nuestra celebración de los santos a todos
y todas los hombres y mujeres que se han dejado marcar por la llamada de Dios a
ser realmente humanos y a tratar a los demás con humanidad, con respeto y
cariño, dando testimonio de una alegre esperanza. No importa en qué siglo hayan
vivido ni su religión o práctica religiosa o lugar de la tierra en la que hayan
vivido.
Dios no pertenece a ninguna religión ni
los santos tampoco. Quienes viven las bienaventuranzas son personas abiertas y
radicalmente amorosas. Por eso tenemos que buscar entender este programa de
vida que Jesús nos deja en el Evangelio de Hoy, en su actitud frente a sus
acusadores y ejecutores. Su firmeza en el amor, su integridad al tratar a los
demás y su ánimo confiado y sereno incluso en medio del dolor y el sufrimiento
impuesto desde fuera, le permiten dar un testimonio de santidad inigualable,
una humanidad llevada hasta el culmen de las posibilidades.
No olvidemos que nadie se vuelve santo a
base de prácticas personales de códigos religiosos. La santidad es un don de
Dios al servicio de la humanidad. Es Dios quien nos ha santificado a todos y a
todas en la vida, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús para que
disfrutemos de una vida en libertad. A nosotros nos toca hoy, también en
libertad, asumir esta santidad que Dios nos ha regalado y vivir en
consecuencia. Una de las más elocuentes características y muestra de la
santidad es la alegría de quien la encarna. La alegría no solo vivida sino
causada en aquellos beneficiados por su santidad. …“ Estén alegres y contentos,
porque su recompensa será grande en el cielo”.
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