EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

viernes, 2 de noviembre de 2012

CON JESÚS VIVIMOS, MORIMOS Y RESUCITAMOS

“El Evangelio de Hoy”: Marcos 15,33-39; 16,1-6

Lectura del santo evangelio según san Marcos:
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lamá sabaktaní". (Que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Mira, está llamando a Elías." Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo." Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Realmente este hombre era Hijo de Dios."
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron." Palabra del Señor.

Reflexión

El evangelio de hoy, conmemoración de todos los fieles difuntos, destaca la profunda unidad entre el Jesús crucificado y el Cristo glorioso ya que la resurrección de Jesús sólo es comprensible a la luz de su vida, pasión y muerte. Otro tanto podemos decir de la fe cristiana en la resurrección de los muertos, que igualmente está en profunda unidad con lo que cada persona fue en vida. De este modo se destaca la unidad fundamental entre lo que acontece en la vida y lo que se espera después de la muerte.

En su narración de la vida misionera de Jesús, el Evangelio de Marcos coloca la expresión “Hijo de Dios” al inicio (Mc 1,1) y al final (Mc 15,39) para darnos a entender de qué manera esa experiencia espiritual configuró toda la existencia de Jesús y cómo podemos convertirla en el eje de todos nuestros valores. Jesús nos enseña qué significa vivir como hijos de un mismo Padre y cómo superar el individualismo, para crecer en la capacidad de comunión con los hermanos. Al mismo tiempo, nos ayuda a comprender cómo esa dimensión de comunión filial con Dios nos exige convertirnos a los valores del evangelio (Mc 1,14-15) y trascender los valores del mundo presente.

Confiamos en que Dios ha salvado a todos nuestros seres queridos que ya nos han antecedido en su pascua. La vida, la muerte y la resurrección de Jesús nos garantiza un puesto en el Reino de Dios. Por eso hoy damos gracias a Dios por cada persona conocida y ya fallecida. Nuestra gratitud se extiende todos los que han formado parte de nuestra vida, nuestra formación y toda nuestra experiencia humana compartida. Hoy nos toca orar por nuestros difuntos de manera confiada y al mismo tiempo vivir nuestra vida desde el evangelio como una manera de trascender los límites de nuestra historia conocida y esperar activamente el día de nuestra reunión definitiva con Dios y con todos nuestros hermanos y hermanas en su Reino.

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