Lectura del santo evangelio según san Marcos:
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en
tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
"Eloí, Eloí, lamá sabaktaní". (Que significa: "Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?") Algunos de los presentes, al oírlo,
decían: "Mira, está llamando a Elías." Y uno echó a correr y,
empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber,
diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo." Y Jesús, dando un
fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El
centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
"Realmente este hombre era Hijo de Dios."
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de
Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy
temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se
decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?"
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de
blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el
Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo
pusieron." Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio de hoy, conmemoración
de todos los fieles difuntos, destaca la profunda unidad entre el Jesús
crucificado y el Cristo glorioso ya que la resurrección de Jesús sólo es
comprensible a la luz de su vida, pasión y muerte. Otro tanto podemos decir de
la fe cristiana en la resurrección de los muertos, que igualmente está en
profunda unidad con lo que cada persona fue en vida. De este modo se destaca la
unidad fundamental entre lo que acontece en la vida y lo que se espera después
de la muerte.
En su narración de la
vida misionera de Jesús, el Evangelio de Marcos coloca la expresión “Hijo de
Dios” al inicio (Mc 1,1) y al final (Mc 15,39) para darnos a entender de qué
manera esa experiencia espiritual configuró toda la existencia de Jesús y cómo
podemos convertirla en el eje de todos nuestros valores. Jesús nos enseña qué
significa vivir como hijos de un mismo Padre y cómo superar el individualismo,
para crecer en la capacidad de comunión con los hermanos. Al mismo tiempo, nos
ayuda a comprender cómo esa dimensión de comunión filial con Dios nos exige
convertirnos a los valores del evangelio (Mc 1,14-15) y trascender los valores
del mundo presente.
Confiamos en que Dios
ha salvado a todos nuestros seres queridos que ya nos han antecedido en su
pascua. La vida, la muerte y la resurrección de Jesús nos garantiza un puesto
en el Reino de Dios. Por eso hoy damos gracias a Dios por cada persona conocida
y ya fallecida. Nuestra gratitud se extiende todos los que han formado parte de
nuestra vida, nuestra formación y toda nuestra experiencia humana compartida.
Hoy nos toca orar por nuestros difuntos de manera confiada y al mismo tiempo
vivir nuestra vida desde el evangelio como una manera de trascender los límites
de nuestra historia conocida y esperar activamente el día de nuestra reunión
definitiva con Dios y con todos nuestros hermanos y hermanas en su Reino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario