Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
miércoles, 31 de octubre de 2012
ENTRAR POR LA PUERTA DE JESÚS
“El Evangelio de Hoy”: Lucas 13, 22-30
Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia
Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor,
¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esfuércese en
entrar por la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no
podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán
fuera y llamarán a la puerta diciendo: "Señor ábrenos" y él les
replicará: "No sé quiénes son" Entonces comenzarán a decir:
"Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas".
Pero él les replicará: "No sé quiénes sois. Aléjense de mí, malvados".
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac
y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y ustedes se vean echados
fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la
mesa en el Reino de Dios. Miren: hay últimos que serán primeros y primeros que
serán últimos". Palabra del Señor.
Reflexión
La puerta es un poderoso símbolo de la vida humana, que Jesús utiliza constantemente para enseñarnos sobre el discernimiento y la decisión. La puerta puede ser ancha y grandiosa o angosta y difícil. En las ciudades antiguas ‘la puerta’ era uno de los lugares más importantes en donde se ubicaba el mercado, los tribunales y las salas de discusión. La puerta ancha era la entrada de mercaderes, reyes y emisarios reales; la puerta angosta, era un pasaje de seguridad por el que entraba el común de la gente.
El seguidor de Jesús tiene el desafío de entrar por la puerta difícil, la puerta de la gente que cuenta únicamente con el amor de Dios para hacer realidad su voluntad. Debe decidir de qué se debe despojar para entrar por esa puerta, ya que el exceso de equipaje o la misma cabalgadura impedirían el acceso.
Como cristianos, debemos discernir las realidades que nos impiden acceder a la propuesta de Jesús. El exceso de exigencias de la cultura social dominante puede representar un gran estorbo. Las ambiciones de poder, de riqueza o de prestigio pueden convertirse en camellos enormes que nos coloquen fuera de onda y nos impidan entrar por la puerta de la gente sencilla.
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