Lectura del santo
evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuanto más a los criados! No les tengan miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, díganlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde la azotea. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, teman al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo no cae al suelo sin que lo disponga su Padre. Pues ustedes, hasta los cabellos de la cabeza tienen contados. Por eso, no tengan miedo; no hay comparación entre ustedes y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo". Palabra del Señor.
Reflexión
En
“El Evangelio de hoy” Jesús nos invita a no tener miedo. ¿Por qué insiste Jesús
tanto en no tener miedo? Jesús sabe que el miedo es real entre los humanos.
Sabe que el miedo paraliza y frena cualquier proyecto. Tres temores amenazaban
la comunidad cristiana en los inicios del cristianismo: el temor a ser tildados
de herejes o endemoniados, el temor a ser asesinados y el temor a renegar de la
propia fe en Jesús. Estos temores también estuvieron de alguna presente en la
vida de Jesús.
A
cada temor Jesús propone una salida de fe. Al primero Jesús responde con su
propia experiencia. A él lo descalificaron de muchas maneras, incluso diciendo
que era un glotón o que estaba endemoniado. Pero ninguno de sus seguidores está
por encima de él, de modo que, si a él lo descalificaron o incluso todavía hoy
lo descalifican, sus seguidores no pueden esperar nada menos. El segundo temor
era todavía más fuerte. Las persecuciones religiosas, políticas y sociales
fueron inmediatas en razón del tremendo impacto del mensaje de Jesús. En un
mundo caracterizado por la esclavitud, el autoritarismo y la divinización de
los gobernantes era casi absurdo proclamar que todos los seres humanos son
iguales ante Dios. Pero el cristiano debía aceptar la cruz que supone la
liberación humana. Por último, el temor a la negación de la fe estaba a la
orden del día. Bien fuera por renegar públicamente del nombre de Jesús, bien
fuera por negarlo con los actos. Pero, aunque se dijesen muchas cosas en su
nombre, había una que era imprescindible: amarlo en el prójimo. Dejémonos
ayudar por la experiencia vivida por Jesús al enfrentar los miedos que nos
asaltan hoy.
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