“El Evangelio de Hoy” Lc 14, 1. 7-11
Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo, entró Jesús un sábado en casa de
uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este
ejemplo: "Cuando te conviden a una boda, no te sientes en puesto
principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el
que les convidó a ti y al otro, y te dirá: "Cédele el puesto a éste".
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden,
vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó,
te diga: "Amigo, sube más arriba". Entonces quedarás muy bien ante
todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que
se humilla será enaltecido". Palabra del Señor.
Reflexión
No es nada fácil vivir el Evangelio. El día a día
se construye con otras lógicas. Las palabras del evangelio de hoy son chocantes
para quienes consideran que ese mensaje coloca todo “patas arriba”. En
realidad, lo que ocurre es todo lo contrario. El mundo, con su exaltación del
consumo y del placer, ha trastocado los valores vitales de la existencia
humana, y lo que hace el evangelio es colocar nuevamente todo en perspectiva.
¿Qué vale más? ¿Los puestos de honor en la escala social o el respeto absoluto
por todas las personas, incluso las más humildes?
Por más que pretendamos no podremos superar los
valores a los que nos llama la Palabra. El evangelio nos diría que sólo la
persona humana tiene un valor absoluto y que el resto son puras convenciones
sociales que se ajustan a las conveniencias de quienes se alternan en el poder.
“Humillarse”, en la enseñanza de Jesús, no significa someterse a las ínfulas
del poder sino reconocer que somos «humanos», salidos de la tierra y que Dios
nos quiere como somos y por lo que somos, y no por el poder que alcanzamos, sea
éste económico, político, social o religioso.
La autenticidad de vida aparecerá cuando seamos
capaces de situarnos dignamente en nuestro universo humano y nos dejemos de
apariencias estériles. Jesús entiende la vida como un banquete en el que
podemos entrar en comunión con todos los invitados, o en el que podemos
enfrascarnos en juegos de control y de poder, pretendiendo ser más que los
otros, pero sin reconocer que, al final, todos estamos en la misma sala y
corremos la misma suerte. Dejemos que la enseñanza de Jesús toque nuestra vida
y digamos no a las iniciativas que nos llaman al individualismo deshumanizante
y egoísta.
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