Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
martes, 17 de noviembre de 2020
HOY HA SIDO LA SALVACIÓN ...
Martes de la trigésima tercera semna del T,O. “El Evangelio de Hoy”: Lc 19, 1-10
En aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba
la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de
distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de>
estatura. Corrió más adelante y se subió en una higuera para verlo, porque
tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y
dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu
casa". El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al
ver esto, todos murmuraban diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de
un pecador". Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: "Mira, la
mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he
aprovechado, le restituiré cuatro veces más". Jesús le contestó: "Hoy
ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el
Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Palabra
del Señor.
Reflexión
"Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la
doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces
más". La decisión de Zaqueo es clara y concreta.
Experimenta una transformación radical. Se siente delicadamente tenido en
cuenta por Jesús quien se acerca a él sin prejuicios, no lo juzga ni lo
condena. Es a ese tipo de encuentro personal, a este tipo de experiencia que
tenemos que llegar nosotros para poder operar una real conversión,
transformación que nos llene de la fuerza necesaria para poder decidir
acogernos al amor de a Dios y a su misericordia como lo más importante y
preciado.
En Jericó, ciudad de paso hacia Jerusalén, Jesús
realiza varios signos que dejan ver la presencia de Dios en medio de su pueblo
aliviando sus sufrimientos y anunciando su Reino de amor, de justicia y
fraternidad. El mayor milagro que hizo Jesús en su paso por esa legendaria ciudad
fue ayudar a Zaqueo a crecer en solidaridad, amor y justicia. Quienes vivimos
encaramados en nuestras opciones individuales sin tener en cuenta nuestra
realidad con sus necesidades y urgencias, somos incapaces de sensibilizarnos
frente al sufrimiento ajeno. Por eso Jesús llama a Zaqueo y nos llama a
nosotros a “bajar para el encuentro con Dios”.
El evangelio de Hoy nos invita a que, como Zaqueo,
crezcamos ayudados por las enseñanzas de Jesús y que no nos trepemos en
nuestros logros, en nuestros títulos o en nuestras seguridades económicas con
el pretexto de buscarlo a Él. La grandeza de Zaqueo no está en su estatura,
sino en la capacidad de transformar su corazón para cambiar el mal que había
hecho y restituir la injusticia en la que vivía tan cómodamente. Así como los
ojos del ciego se abrieron para seguirlo, el corazón de Zaqueo se abre para
servirlo. Hoy tenemos una nueva oportunidad de crecer en nuestra adhesión y seguimiento
de Jesús.
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