Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
lunes, 6 de abril de 2020
LUNES SANTO, BETANIA
“El Evangelio de Hoy”: Jn 12, 1-1
Lectura del santo evangelio según san Juan:
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde
vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron
una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa.María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y
costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa
se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a
entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios
para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres,
sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando) Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día
de mi sepultura; porque a los pobres los tienen con ustedes, pero a mí no
siempre me tienen. Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y
fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había
resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también
a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús. Palabra
del Señor.
Reflexión
Hemos inaugurado ayer una Semana Santa especial, marcada
por el encierro en cuarentena. Tratamos, así, de evitar ser víctimas de la
epidemia pandémica del Cobid19. Durante esta semana rememoraremos el amor de
Dios por su pueblo hasta entregar a su Hijo por nuestra salvación. El Evangelio
de hoy nos introduce en la intimidad de la casa de Betania, lugar donde viven
Marta, María y Lázaro, tres amigos entrañables de Jesús. El gesto de María, que
podría ser leído como signo de despilfarro y de derroche, Jesús lo lee como una
premonición de lo que ha de suceder después de su muerte: ser embalsamado en la
tumba. También en nuestras casas, en estos días, podemos vivir gestos
familiares de fe y de esperanza compartidas.
Celebrar la muerte de Jesús es celebrar la generosidad de
un Dios que derrocha amor por la humanidad. Semana Santa es celebrar el exceso
del amor de Dios por los hombres y mujeres de todo tiempo, raza y nación. Sin
el amor de Dios ¿qué sería de nuestra vida? Les invito a que celebremos estos
días santos de forma reflexiva y agradecida. El silencio interior nos ayudará a
gustar las últimas palabras de Jesús desde la Cruz. Tenemos la oportunidad de
valorar y agradecer la entrega de tantos médicos y enfermeras que en este
tiempo de pandemia generadora de cuarentenas e incertidumbre, luchan noche y
día por la salud de los contagiados por el Cobid19.
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