EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

martes, 24 de abril de 2018

SEGUIR A JESÚS CON FE

“El Evangelio de Hoy”: Jn 10,22-30

Lectura del santo evangelio según san Juan:

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: "¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente." Jesús les respondió: "Se lo he dicho, y no creen; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero ustedes no creen, porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Avanzamos en el tiempo Pascual, el Señor nos confirma en la fe y refuerza nuestro compromiso. En el evangelio de hoy, marcado por el conflicto con los jefes del pueblo judío, Jesús insiste en la necesidad de escuchar su voz, Él nos conoce y nosotros somos llamados a seguirlo. Conocimiento mutuo, atención a lo que dice Jesús. Esa es la relación que debe existir entre nosotros, creyentes y Jesús, Maestro de amor. Diálogo basado en un conocimiento mutuo. La misión de Jesús en el mundo es la de dar la vida y superar la muerte. La suya es también nuestra misión. Jesús es capaz de entregar su propia vida en misión, con toda su confianza puesta en Dios.

Al evangelista San Juan le gusta enfatizar la relación existente entre Jesús y su Padre Dios, relación de unidad: “mi Padre y yo somos una sola cosa”. ¿Cuál es nuestra manera de relacionarnos con Jesús? ¿Acaso somos como los dirigentes del evangelio de hoy? ¿Le oramos para ver si realiza lo que le pedimos? La comunión entre nosotros y Jesús no debe estar basada en un intercambio de dones sino en una confianza total en su amor y su misericordia. El amor que Dios nos tiene supera infinitamente nuestras posibilidades de amar y de servir. De todas maneras, Él cuenta con nosotros y por eso nos llama a dar testimonio de fe, poniéndonos al servicio de nuestras hermanas y hermanos. 

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