Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
miércoles, 21 de diciembre de 2016
MARÍA E ISABEL CREEN Y ESPERAN
“El Evangelio de Hoy”: Lc 1, 39-45
Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el
saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu
Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el
fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi
Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en
mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá." Palabra del Señor.
Reflexión
María e Isabel, dos mujeres de fe que celebran la dicha
de ser tomada en cuenta por Dios. No es un ejercicio fácil. Son mujeres
normales de su tiempo y de su sociedad. Lo que le diferencia de las demás
mujeres es que ellas creen y esperan en la realización de la promesa de Dios.
Por eso, ante cualquier acontecimiento se preguntan por su significado en la
fe. Nada es fortuito a la hora de discernir la voluntad de Dios. Este se
manifiesta de manera sorprendente y rompe los esquemas tradicionales de las
religiones. Desde el saludo se llenan de paz, de alegría y de gozo al sentirse
favorecida por Dios. Hasta el niño que lleva Isabel en su vientre salta de alegría. María es portadora
de salvación: es que lleva consigo a Jesús.
El encuentro de estas dos mujeres anuncia el encuentro
mismo de Dios con su pueblo. Desbordada por la alegría, Isabel exclama: Bendita tú entre todas las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre. Dios está siempre en el origen de la vida. Las
madres, portadoras de vida, son mujeres «bendecidas» por el creador: el fruto
de sus vientres es bendito. María es la «bendecida» por excelencia: con ella
nos llega Jesús, la bendición de Dios al mundo.Lo que le aporta felicidad a María y a
Isabel es su fe y su confianza en Dios. Es en esta misma fe que nosotros
debemos buscar, encontrar y celebrar la alegría de la Navidad.
Hoy también contamos con personas sencillas capaces de
encontrar felicidad brindándose a los demás. Valoremos el don de tantas mujeres
que como María e Isabel se entregan al servicio de la fe y de la esperanza.
Ellas muestran, siguiendo a Jesús, el camino de la felicidad. Feliz el pueblo
donde hay madres creyentes, portadoras de vida, capaces de irradiar paz y
alegría. Feliz la Iglesia donde hay mujeres bendecidas
por Dios, mujeres felices que creen y transmiten la fe a sus hijos e hijas.
Felices los hogares donde unas madres buenas enseñen a vivir con hondura la
Navidad.
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