“El
Evangelio de Hoy”: Lc 5,33-39
Lectura del
santo evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los
escribas: "Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los
fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber." Jesús les
contestó: "¿Quieren que ayunen los amigos del novio mientras el novio está
con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán."
Y añadió esta parábola: "Nadie recorta una pieza de
un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y
la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el
vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino
nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá:
"Está bueno el añejo." Palabra del
Señor.
Reflexión
Hoy, como cada
primer viernes del mes, hacemos memoria del amor que Dios nos tiene y de cómo
ese amor es capaz de salvar, de perdonar y liberar a la humanidad. Es en el
amor, en la sinceridad de corazón y en la fraternidad que posibilita la
justicia, donde Jesús centra el mensaje de su buena noticia. Dios nos ama tanto
que es capaz de cualquier cosa por salvarnos. Y esta salvación la expresa Jesús
a través de signos a favor de la vida de la gente: sanando de dolencias y
enfermedades, liberando de ataduras dolorosas y reduccionistas, y, alegrando
con su presencia y acogida a todo el que entra en contacto con él en los caminos
de Galilea hasta Jerusalén.
La cuestión del
ayuno resulta extraña en nuestros días. Más allá de una tradición para tiempos
de Cuaresma y Semana Santa, no existe mayor práctica del ayuno. La respuesta de
Jesús fue siempre la misma: no es lo que entra por la boca lo que hace impuro a
las personas, sino lo que se alberga en su corazón. Ésta es la novedad que
establece Jesús, y esa novedad supone un cambio de hábitos, un cambio de
comportamiento, supone odres nuevos. No son las leyes el asunto central, son las
personas. Nuestras prácticas de fe deben buscar el bienestar integral de las
personas, su salvación desde ya y para siempre, Nuestros ayunos y sacrificios
deben parecerse a los de Jesús que fueron su amor y acogida de la gente,
especialmente de los más necesitados y olvidados por los demás. Nuestra fe se
vive en relación cercana con los demás procurando su mejoría en todos los
sentidos.
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