Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
domingo, 22 de mayo de 2016
SANTÍSIMA TRINIDAD
“El Evangelio de Hoy”: Jn 16,12-15
Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por
decirles, pero no pueden cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el
Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será
suyo: hablará de lo que oye y les comunicará lo que está por venir. Él me glorificará,
porque recibirá de mí lo que les irá comunicando.Todo
lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo
anunciará." Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy celebramos la fiesta de la Santísima
Trinidad. A Dios Jesús lo llama “Padre” y lo experimenta como
un misterio de bondad. Lo vive como una presencia buena que bendice la vida y
atrae a sus hijos e hijas a luchar contra lo que hace daño al ser humano. Para
él, “Dios” es una Presencia cercana y amistosa que está abriéndose camino en el
mundo para construir, con nosotros y junto a nosotros, una vida más humana. Jesús
pide a sus seguidores abrirse al misterio de ese Dios, creer en la Buena
Noticia de su proyecto, unirnos a él para trabajar por un mundo más justo y
dichoso para todos, y buscar siempre que su justicia, su verdad y su paz reinen
cada vez más en entre nosotros.
Por otra parte, Jesús se experimenta a sí
mismo como “Hijo” de ese Dios, nacido para impulsar en la
tierra el proyecto humanizador del Padre. Por eso, busca en todo momento lo que
quiere el Padre. Su fidelidad a él lo conduce a buscar siempre el bien de sus
hijos e hijas. Su pasión por Dios se traduce en compasión por todos los que
sufren. Por eso, la existencia entera de Jesús, el Hijo de Dios, consiste en
curar la vida y aliviar el sufrimiento, defender a las víctimas y reclamar para
ellas justicia, sembrar gestos de bondad, y ofrecer a todos la misericordia y
el perdón gratuito de Dios: la salvación que viene del Padre.
Por último, Jesús actúa siempre impulsado
por el “Espíritu” de Dios. Es el amor del Padre el que lo
envía a anunciar a los pobres la Buena Noticia de su proyecto salvador. Es su
fuerza salvadora la que se manifiesta en toda su trayectoria profética. Este
Espíritu no se apagará en el mundo cuando Jesús se ausente. Él mismo lo promete
así a sus discípulos. La fuerza del Espíritu nos hará testigos de Jesús, Hijo
de Dios, y colaboradores del proyecto salvador del Padre. Así vivimos los
cristianos prácticamente el misterio de la Trinidad.
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