“El
Evangelio de hoy”: Jn 16,20-23a
Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Les aseguro que llorarán y se lamentarán ustedes, mientras el mundo
estará alegre; ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en
alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su
hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría
de que al mundo le ha nacido un hombre. También ustedes ahora sienten tristeza;
pero volveré a verles, y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su
alegría. Ese día no me preguntarán nada." Palabra del Señor.
Reflexión
El
Evangelio de Hoy continúa desarrollando el discurso de despedida de Jesús de
sus discípulos. Jesús habla de su ausencia pero promete regresar y con ello
alegrar de manera profunda a sus
discípulos. El símbolo del parto es empleado por Jesús no sólo para
hacer referencia a su propia resurrección, sino también para hablar de la
resurrección que experimenta el hombre y la mujer al liberarse de la opresión y
el egoísmo; todo aquel que renuncia al individualismo, a la violencia y a la
indiferencia inicia un proceso de resurrección y de participación en el Reino
de Dios, gracias a ese aliento divino que fluye en el corazón de la humanidad,
que le permite mirar el mundo con esperanza, con una visión alentadora de la
vida, la cual derrota toda realidad de muerte y tristeza.
Los primeros
discípulos de Jesús sufrieron mucho con las persecuciones y muchos murieron martirizados por su
fe. Nada de este proceso fue vivido en
vano. El parto expresa en este relato la esperanza de la humanidad, pues la
vida no se puede comprender únicamente como un camino de sufrimiento, de dolor, de incertidumbre, de derrotas, de verdades ya sabidas y de
destinos irremediables. El mensaje de Jesús es claro: no estamos condenados a
vivir en el dolor y en el sufrimiento; éstos son parte de nuestra vida, pero no
son la totalidad de la misma. Dios nos ha llamado a ser hombres y mujeres de la
esperanza, convencidos de que la última palabra no pertenece al horror de la
muerte, sino que le pertenece a la vida, a la alegría del amor fraterno. Somos invitados a vivir pendientes de la meta
para no sucumbir en los momentos de las dificultades.
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