EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

martes, 29 de marzo de 2016

ANDA, VE A MIS HERMANOS Y DILES...

“El Evangelio de Hoy”: Jn 20, 11-18                 
Lectura del santo evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro." María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto." Palabra del Señor.

Reflexión

Martes de la Octava de Pascua. Continuamos celebrándola Resurrección de Jesús. María Magdalena está buscando al Jesús muerto, pero el ya no está ahí. Lo está buscando fuera de ella y él le habla al corazón. Su problema ahora es que le han llevado al Maestro que la había comprendido y tratado con respeto y ternura. Ya no tiene cerca al Profeta que había seguido fielmente hasta el final. Dos mil años más tarde nosotros seguimos buscando a Jesús, como la Magdalena, en lugares equivocados, fuera de la experiencia personal de encuentro con él. Cuando buscamos a Jesús resucitado en los libros y en los documentos, difícilmente lo vamos a encontrar. Para encontrarnos con el Resucitado es necesario, ante todo, hacer un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte. Porque Jesús está vivo, está en la memoria encarnada de quienes creen en él de todo corazón y están realizando hoy la misión que él les encomendó de anunciar el Evangelio de la vida. Está en nosotros para llevarnos al encuentro de nuestros hermanos y hermanas.

Nuestro problema, como el de María Magdalena es que aún viendo a Jesús, no lo reconocemos porque tenemos ideas preconcebidas de él y el nos sorprende en medio de la vida sencilla de cada día. Si solo nos centramos en nuestros problemas y no miramos con esperanza al futuro que él nos anuncia, él seguirá muerto. Así que La invitación del Evangelio de Hoy es a que salgamos de la tristeza que nos aporta la  dura realidad de nuestras vidas y nos dejemos iluminar por el Jesús vivo que  viene a nuestro encuentro y nos llama por nuestro nombre a confiar en él y su mensaje. Nuestra fe ha de vivirse en la confianza en Jesús resucitado, luchando por hacer germinar la vida allí donde aparentemente solo hay muerte y desolación. No nos dejemos robar a nuestro Señor.

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