EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

sábado, 30 de enero de 2016

Confianza

“El Evangelio de Hoy”: Mc 4,35-41

Lectura del santo evangelio según san Marcos:

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla." Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: "¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?" Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!" Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Jesús calma la tempestad amenazante causada por su ausencia en el corazón y en la mente de sus discípulos. Parece que Jesús quiere enseñarnos que la fe va mucho más allá de vivir actividades de cara a las comunidades que formamos, va más allá de las expresiones religiosas. La fe en Jesús tiene que combatir el miedo, la desconfianza y el desánimo, para hacer espacio al Dios bueno, misericordioso y protector que está siempre con nosotros. Su presencia no nos quita las responsabilidades y compromisos humanos; no suprime nuestra naturaleza frágil y limitada, pero nos garantiza su amor, su apoyo y su compromiso de salvarnos, aún cuando creamos que no hay salidas.

Aunque Jesús haya sido rechazado, procesado y “eliminado” clavándolo en la cruz, él no está muerto, Dios lo resucitó.  Jesús no está ausente, sigue aquí acompañando nuestras luchas y animando nuestras iniciativas y afanes evangelizadores. No perdamos de vista esta dimensión de la fe cristiana: Desde que Dios se encarnó en su Hijo Jesús, nunca más estaremos solos y a nuestra suerte, contamos con “el Dios con nosotros”. Asumamos nuestra vida y nuestra fe con libertad y decisión. Jesús nos ha enseñado que Dios no nos pide dejar nada ni huir de nuestro mundo; lo que Jesús nos enseña es a vivir desde el amor, desde la fraternidad y la justicia que hacen presente el Reino de Dios. Vivamos nuestra fe con alegría y confiemos en la presencia de Dios en nuestra cotidianidad.

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