EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

JESÚS SE REVELA ALIVIANDO

“El Evangelio de Hoy”:  Lc 7,19-23

Lectura del santo evangelio según san Lucas:

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron: "Juan, el Bautista nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?""
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Después contestó a los enviados: "Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Juan el Bautista está en la cárcel en casa de Herodes cuando  envía a preguntar a Jesús si era l el que tenía que venir. Es un profeta de Dios humillado por el poder, privado de libertad y lleno de dudas sobre la veracidad de su propio anuncio de la llegada del liberador del Pueblo de Dios. Juan se entera en la cárcel de que Jesús no amenaza ni castiga, sino que alivia penas, cura las heridas y anuncia la esperanza positiva…  por eso la pregunta…

Jesús no responde con palabras, sino con hechos… no condena, no amenaza… el texto es nítido y elocuente: Curó enfermedades, achaques, malos espíritus y cegueras. Parece que Jesús estaba convencido de que la fe no se transmite mediante enseñanzas, sino por los sentidos, lo que se ve, se siente  y se toca. Como cuando Tomás no creía el testimonio de sus compañeros entorno a la resurrección… si no lo veo, si no lo toco… no lo creo…

¿Ver y tocar qué? La gente está harta, cansada de teorías, de doctrinas  y enseñanzas… Quieren coherencia de vida, poder ver la alegría de quienes dicen creer, palpar la realización de quienes viven el evangelio y el seguimiento de Jesús. No se trata de decir Señor, Señor, sino de vivir la humildad y el servicio a los demás. Lo que convence es pasar por la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, los dolores y los sufrimientos. Sin este testimonio no hay teología posible ni evangelización significativa.

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