“El Evangelio de Hoy”: Jn 15,18-21
Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: "Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a
ustedes. Si fueran del mundo, el mundo lo amaría como cosa
suya, pero como no son del mundo, sino que yo los he escogido sacándolos del
mundo, por eso el mundo los odia. Recuerden lo que les dije: "No
es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los
perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la de ustedes."
Y todo eso lo harán con ustedes a causa de mi nombre, porque no conocen al que
me envió." Palabra del Señor.
Reflexión.
Ser parte de la comunidad que sigue a
Jesús exige una manera concreta de vivir en nuestra sociedad, una forma
creyente de vivir y una manera distinta a la manera que el mundo vive. Nosotros
no podemos, por ejemplo, hacerle coro a quienes se le importa que el pueblo se
hunda en la miseria con tal de ellos tener el poder y la economía; no podemos
ser como los que matan, mienten, roban. La comunidad cristiana, sigue a Jesús,
no los indicativos sociales de moda, por eso es odiada y perseguida. En el
Evangelio de Hoy Jesús advierte a sus discípulos de las consecuencias que trae
consigo seguirle de manera libre y radical.
Y por qué el odio del mundo a los creyentes,
2000 años después del nacimiento de Jesús? Este odio por parte del mundo se
produce por la falta de conocimiento de Dios, lo cual significa que el mundo no
ha creído en la lógica del Reino, no ha creído en el abajamiento de Dios, en la
encarnación de la divinidad en la historia de los seres humanos. El mundo no ha
creído en ese derroche de amor otorgado por Dios, porque éste pone en evidencia
el mal, el dolor y la injusticia que se comete; porque le es incómodo pensar en
una nueva manera de vivir y comprender la Creación.
Pero no podemos esperar a que
el mundo se convierta. Quienes nos llamamos cristianos tenemos la misión y la
responsabilidad de ser testigos viviente del amor de Dios. Somos invitados a
convertir nuestra vida en una “protesta” constante contra todo tipo de
violencia que afecte a la dignidad del ser humano y de la Naturaleza. Que
el Espíritu Santo nos habrá el camino y nos guíe por una práctica real de
nuestra fe.
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