EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

sábado, 31 de enero de 2015

¡HASTA EL VIENTO Y LAS AGUAS LE OBEDECEN!

«El Evangelio de Hoy»:  Mc 4, 35-41"

Lectura del santo evangelio según san Marcos:
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. 
Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» 
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
Palabra del Señor

Reflexión
El Evangelio de hoy nos ofrece una escena que bien conoce la gente del mar: la dificultad de atravesar las aguas cuando el oleaje es violento, cuando el viento está en contra. En la escena el evangelista contrasta la reacción de Jesús con la de sus discípulos.
La pregunta a Jesús tiene de fondo la confianza en Él. Los discípulos son testigos de la actividad de Jesús. Han visto su cercanía compasiva, su capacidad de escucha y empatía con los más débiles y necesitados, su presencia sanadora que reconcilia y acoge. Así que esperan que Jesús haga algo por ellos.
Este texto tiene muchas lecturas iluminadoras, muchas referencias a la historia de salvación de este pueblo al que Dios ha elegido y con él, a todas las naciones de la tierra. Por eso sugiere una reflexión de nosotros como discípulos, y de la Iglesia en la misión que le corresponde realizar en el mundo. 
También nosotros hemos navegado con viento contrario, en situaciones adversas y peligrosas. También nosotros clamamos a lo alto para sentir la ternura y la seguridad de la presencia del Señor. Incluso en el silencio cuando no sentimos que llega la respuesta, hay una confianza que nos da la sensación de esa presencia que no nos abandona, que cuida de nosotros.
La misma Iglesia ha sufrido muchas sacudidas en su paso por la historia. Ante sus propias imperfecciones e infidelidades, ante el rechazo o persecución del mundo, no vale caer en la desesperanza. En toda situación, como Iglesia nosotros también, somos llamados a la esperanza, a caminar, a no dejarnos vencer por las dificultades, que a veces parecen superarnos. Con nosotros está el Señor, la fe nos da una manera de atravesar esta vida sin dejarnos hundir o derrumbar, pero sí humildes, confiados, de la mano en la comunión de los hijos e hijas de Dios.

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