Lectura del santo evangelio según san
Lucas:
En aquel tiempo, lleno de la alegría del
Espíritu Santo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos,
y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido
bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino
el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo
quiere revelar."
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo
aparte: "¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo
que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ven ustedes, y no lo vieron; y
oír lo que oyen, y no lo oyeron." Palabra del Señor.
Reflexión
El Evangelio de Hoy nos revela la capacidad
de Jesús para admirarse, agradecer a Dios por sus acciones a favor de las
personas y glorificarlo al descubrir su grandeza. Esta capacidad le viene a Jesús del Espíritu
Santo quien le llena de sabiduría para discernir o descubrir la presencia de Dios
obrando a favor del necesitado. El evangelio de san Lucas señala que Jesús está
lleno del Espíritu de Dios. Generalmente se suele confundir la sabiduría con la
acumulación de conocimientos, o la memorización de datos que producen poder y
prestigio.
Pienso que posiblemente los evangelios
han transmitido este dato porque este gesto profético de Jesús debió molestar a
los maestros de la ley, sumos sacerdotes, letrados y demás líderes religiosos.
¿Cómo es posible que Dios elija a lo débil del mundo para revelar su sabiduría?
Comenzando por Jesús, cuyo origen humano procede de la marginalidad y la
pequeñez, del anonimato. Sin embargo, él es quien revela o comunica la
sabiduría de Dios a la humanidad. No es lo dominante socialmente lo que
necesariamente tiene más valor, sino lo que humaniza, lo que hace trascender y
alimenta y sostiene nuestras vidas.
¿Y nosotros hoy a dos mil años de Jesús, qué podemos aprender
de este texto evangélico? Una vez más se hace necesario tener la sensibilidad
del Espíritu para descubrir en nuestro entorno la sabiduría de Dios. Tal vez no
sea en los grandes centros de formación teológica, sino en las pequeñas
comunidades de base o en grupos de oración, y en las comunidades cristianas y
sectores parroquiales donde se muestra la revelación de Dios. Oremos al Señor
para que nos conceda la sabiduría del Espíritu para descubrir la presencia del
Reino en lo sencillo y pequeño de este mundo. Dios nos acompañe en nuestras
luchas cotidianas. Amén.
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