Lectura del santo evangelio según san Marcos:
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas
de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: "¿Quién
dice la gente que soy yo?" Ellos le contestaron: "Unos, Juan
Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas." Él les preguntó:
"Y vosotros, ¿quién decís que soy?" Pedro le contestó: "Tú eres
el Mesías." Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a
instruirlos: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser
condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar a los tres días." Se lo explicaba con toda claridad. Entonces
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a
los discípulos, increpó a Pedro: "¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú
piensas como los hombres, no como Dios!" Después llamó a la gente y a sus
discípulos, y les dijo: "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará."
Palabra del Señor.
Reflexión Invitada: TOMAR EN SERIO A JESÚS
El
episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos.
Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una
pregunta decisiva: “¿Quién decís que soy yo?”. En nombre de todos,
Pedro le contesta sin dudar: “Tú eres el Mesías”. Por fin parece que
todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios y los discípulos lo siguen
para colaborar con él.
Jesús
sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil
confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo
de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús “empezó
a instruirlos”. No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los
discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco
Desde
el principio les habla “con toda claridad”. No les quiere ocultar
nada. Tienen que saber que el sufrimiento lo acompañará siempre en su tarea de
abrir caminos al reino de Dios. Al final, será condenado por los dirigentes
religiosos y morirá ejecutado violentamente. Sólo al resucitar se verá que Dios
está con él.
Pedro
se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús
consigo y se lo lleva aparte para “increparlo”. Había sido el primero
en confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer
comprender a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que
siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.
Jesús
reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de
Satanás, el tentador del desierto que busca apartar a las personas de la
voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos e increpa literalmente a
Pedro con estas palabras:“Ponte detrás de mí, Satanás”: vuelve a
ocupar tu puesto de discípulo. Deja de tentarme. “Tú piensas como los
hombres, no como Dios”.
Luego
llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las
repetirá en diversas ocasiones. No las han de olvidar jamás. “El que quiera
venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me
siga”.
Seguir
a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de
tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en
su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de
estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se
oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden
llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa. José Antonio Pagola.
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