EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La Exaltacion de la cruz

. «El Evangelio de Hoy»: Juan 3,13-17
Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él." Palabra del Señor.

Reflexion

Estamos en la fiesta de la «Exaltación» de la Santa Cruz. Se trata de ese signo que identifica al cristianismo mundialmente, como la media luna identifica al islam o la estrella de seis puntas formada por dos triángulos equiláteros significa al judaísmo.

Dentro de la mentalidad mágica, la cruz ha tenido en la historia casi tanto valor como el Cristo que en ella fue crucificado. «La señal de la cruz» ha espantado al demonio, ha alejado las maldiciones, ha «persignado» a todos los devotos, ha sido trazada millones de veces en el aire derramando bendiciones benefactoras.
En la religiosidad popular, Cristo ha sido sobre todo el sufriente, el condenado, azotado, crucificado, varón de dolores, muerto entre sufrimientos insoportables. La cruz ha sido el signo del dolor, tanto del de Cristo como del universal. Para los cristianos, el sufrimiento de Cristo tiene referencia universal.

El primer gran peligro es esa misma «exaltación» de la cruz, por lo que pueda tener de exaltación del sufrimiento por el sufrimiento, como si tuviera un valor cristiano por sí mismo. Aún se conserva una imagen de Dios dolorista y amante del sufrimiento, que parece alegrarse cuando ve sufrir, o que sólo le da su gracia o su benevolencia al ser humano a cambio de sufrimiento. Muchas promesas, «mandas», de la religiosidad popular se hacen sobre ese esquema: yo me sacrifico, le ofrezco a Dios un daño que me hago a mí mismo, como «un pago dado a él a cambio del favor solicitado»… Este Dios ante el que lo que vale y lo que le agrada es el sufrimiento no es un Dios cristiano; la exaltación de una cruz que incluyera una imagen de Dios así no sería una exaltación cristiana.

La cruz de Cristo no debiera ser utilizada como símbolo de todo aquello que en nuestra vida humana hay de limitación estructural, de finitud natural. Esta es una dimensión natural de nuestra vida humana y la cruz de Cristo no tiene nada de «natural», sino que todo lo tiene de «histórico». En la cruz de Cristo –si no queremos caer en mixtificaciones- no entran sus dificultades y limitaciones humanas, ni las nuestras: enfermedades, limitaciones, accidentes ni la mala suerte.

La cruz de Cristo no fue un «designio de Dios», sino un designio muy humano. Jesús, por su parte, tampoco buscó la cruz: «Pase de mí este cáliz», y nunca deberá ser buscada la cruz, por sí misma, por parte de sus disciples. Ni Dios, ni Cristo «aman la Cruz», ni nosotros debemos «amarla», sino, al contrario, debemos «combatirla». La tarea del cristiano, como la de Jesús, es combatir la cruz, liberar del sufrimiento al ser humano, «hacer todo el bien que se pueda». No hay que buscar la cruz, aunque no hay que retroceder un milímetro en la Verdad y en la lucha por la Justicia, por el miedo a la cruz que nos impondrán…

En definitiva, lo que necesitamos exaltar no es la cruz, sino el coraje de Jesús, que optó por el Reino y por el amor sin temor a la cruz que estaba seguro y previó que le iban a imponer. La exaltación de la fidelidad de Jesús a la Causa del Reino es el verdadero contenido de esta fiesta.

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