Lectura
del santo evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Cuiden de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos
por ellos; de lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayan tocando la trompeta por delante, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; les aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en
cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto,
te lo pagará.
Cuando recen, no sean como los hipócritas, a
quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las
plazas, para que los vea la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.
Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu
Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo
pagará. Cuando ayunen, no anden cabizbajos, como los farsantes, que desfiguran
su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su
paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para
que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y
tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. Palabra del Señor.
Reflexión
Aunque el impulso
humano nos impulsa casi naturalmente a actuar buscando reconocimientos y
recompensas, el evangelio nos reta nuevamente y nos invita a
actuar únicamente por convicciones personales, por amor a Dios, y al prójimo,
sin confiarnos mucho en lo que nos devolverán pues bien sabemos que humanamente se dan muchos
casos de ingratitudes, engaños y traiciones. Para el cristiano la única recompensa es la felicidad del otro o, en
muchos casos, simplemente su supervivencia. Sin que necesariamente esas
personas a las que ayudamos o a quienes servimos reconozcan que han sido
ayudadas. El círculo de la pobreza y las necesidades no siempre dan espacio a
la cortesía y el reconocimiento formal.
Recordemos que a
nosotros Dios nos lo da todo sin pedirnos nada. Todo es de él. Los hombres y
mujeres nos sentimos muy bien cuando se nos reconoce pero no podemos depender
de eso para accionar a favor de quienes nos necesitan. No olvidemos la parábola
en la que los trabajadores que comienzan su jornada a primera hora del día y quienes
van a última hora reciben de parte del dueño, la misma paga, pues ambos
necesitan lo mismo: vivir dignamente, alimentar la vida, ganarse el sustento
cotidiano. Todo lo demás será solo
añadidura, porque al final del camino sólo nos quedará la gratitud de Dios y la
alegría de nuestro corazón. Lo que hacemos en nombre nuestro y de Dios es
para intentar ayudar a los demás a encontrarse consigo mismos y con Dios y no
para ganar nada que no sea esa satisfacción.
Claro que toda esta
espiritualidad no aparece de un día para otro en la vida de una persona o de un
pueblo. Estas actitudes y esta percepción
de la realidad sólo se logran a través de un proceso gradual de internalización
de las enseñanzas de Jesús. A amar se aprende; lo mismo que a hacer una interpretación
espiritual de la Ley o a actuar desinteresadamente. Ni la cultura, ni nuestra
biología nos enseñan el valor del amor, del respeto y de la gratuidad. Esto
lo enseña el Evangelio, Jesús con sus palabras y sus hechos que son Buena
Noticia para todos y todas.
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