“El Evangelio de Hoy”: Mateo 6, 19-23
Lectura del santo evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"No atesoren tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen,
donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesoren tesoros en el cielo,
donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran
boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está
sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero
estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la
oscuridad!" Palabra del Señor.
Reflexión
La espiritualidad
cristiana nos invita a revisar continuamente, sin actitudes enfermizas, qué es
lo que constituye para nosotros lo más valioso.
Qué es lo que ejerce en nuestra identidad, la fuerza mayor o la mayor influencia
a la hora de tomar decisiones y mover fichas en busca de realizarnos. El
Evangelio de Hoy es puntiagudo en este sentido. “Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. ¿Qué es lo que conduce
nuestro corazón como fuerza vital y radical? ¿A dónde queremos llegar, qué es
lo que sentimos que nos haría Feliz? ¿Qué trascendencia tiene lo que motiva, en
lo concreto, nuestra vida?
La madurez humana y la
adultez nos imponen el paso de los sueños infantiles e ingenuos a proyectos más
elaborados y concretos que nos ayuden a orientar los esfuerzos cotidianos hacia
la consecución de nuestras metas. Todo esto supone un ejercicio interior de
búsqueda que termina en unas opciones precisas con las que intentamos englobar
todas nuestras determinaciones en lo adelante. Una de tantas propuestas de
realización humana es la que nos ha dejado Jesús: el proyecto del Reino de
Dios. El Reino de Dios no es una realidad impuesta o enseñada, no podemos
acceder a él por la razón. Nuestro primer desafío es el de descubrir el tesoro
que encierra esta propuesta para poder disponernos a centrar nuestra vida en
desarrollar las actitudes que lo hacen presente entre nosotros sin que dependa
solo de nuestras acciones.
Sin descubrir su fuerza
fundamental, su alcance y su trascendencia no podríamos optar por el Reino,
pues este se desarrolla en contrasentido con las búsquedas más anheladas por
las corrientes sociales, políticas y económicas de nuestro mundo. El
discernimiento a realizar para poder optar por el Reino como verdadero tesoro al
que nos podemos consagrar enteramente, lleva consigo descartar y desactivar en
nuestro interior un sinnúmero de contrapropuestas que se oponen a su
instauración. Jesús nos invita a descubrir
una nueva dimensión de la vida, en la que las seguridades más imperiosas de la
cultura como son la riqueza, el prestigio y el poder cedan ante el amor, la
justicia y la gracia. Para esto nos hace falta una mirada limpia, un ojo abierto, una mente transformada por la
enseñanza de Jesús, capaz de descubrir el tesoro, donde las demás personas sólo
ven pobreza, opresión y limitaciones. El Reino de Dios es el estado de vida
fraterna y justa que Dios ha creado. Este se realiza a través de nuestra vida
conducida por los valores más altos, pero al mismo tiempo, siempre atenta a la
dura realidad humana y dispuesta a aceptar los propios límites y errores. Avancemos en esta espiritualidad cristiana con
la confianza puesta en el Señor y vinculados a nuestras comunidades de hermanos
y hermanas.
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