“El Evangelio de Hoy”: Mateo 5, 13-16
Lectura del santo evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué
la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Ustedes
son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un
monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de un celemín, sino
para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así su
luz a los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que
está en el cielo". Palabra del Señor.
Reflexión
Sin claridad y sin
sabor, sin sentido de vida y sin una orientación de por dónde ir, no se es persona, no se puede vivir dignamente. Los
elementos de la sal y de la luz que nosotros conocemos muy bien, son esenciales
a nuestra vida. Cuando los médicos nos hacen saber que no podemos consumir sal
debido a nuestras enfermedades, cuando cortes de electricidad o “apagones” se prolongan, probamos la falta que nos hacen
estos elementos en nuestra vida.
Hoy día, la sociedad ha llegado a un estado en el que
goza de los recursos necesarios para no
depender de la luz natural del sol, y la sal y otras condimentos se han
desarrollado y sociabilizado de manera que no son un problema casi para nadie.
Pero nuestra época iluminada por la electricidad y sometida a la producción
industrial del alimento, oscurece la realidad humana de los individuos y la
realidad social del alimento. Los avances tecnológicos nos han hecho más
productivos, pero a la vez más aislados y más egoístas.
Los creyentes somos urgidos
a ser presencia humanizadora en medio de pragmatismo económico de nuestro
mundo. El Evangelio de Hoy nos invita a romper este cerco de la cultura del
consumo y a entrar en comunión con los demás. Podemos ser luz para otros y
sabor que le da sentido a tantas realidades sin sentido de la vida cotidiana.
Aislados y solitarios, nuestros problemas pueden ahogarnos. Los sufrimientos se
multiplican cuando no alcanzamos a compartir nuestras vidas. Ser sal y ser luz
significa vivir aportando, sumando, ayudando al otro y a la otra a valorarse y a confiar en el futuro que Dios
con nosotros prepara para todos y todas.
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