EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

sábado, 19 de mayo de 2012

DE DIOS AL MUNDO Y DEL MUNDO A DIOS


 “El Evangelio de Hoy”: Juan 16,23b-28

Lectura del santo evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo les aseguro, si piden algo al Padre en mi nombre, se lo dará. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan, y recibirán, para que su alegría sea completa. Les he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que les hablaré del Padre claramente. Aquel día pedirán en mi nombre, y no les digo que yo rogaré al Padre por ustedes, pues el Padre mismo les quiere, porque ustedes me quieren y creen que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre." Palabra del Señor.


Reflexión

La misión de Jesús llega a su final de manera directa en la historia. Él ha sido el enviado a revelar el rostro amoroso de Dios. Vino del Padre y vuelve a él, ha sabido bien entender su tarea, la ha realizado en profunda conexión con Dios, creyendo y confiando totalmente en él. Se ha encarnado y amado al mundo, lo ha comprendido… ha padecido todo tipo de situaciones desagradables hasta dar la vida por nosotros… ha Resucitado y Ascendido de nuevo a la presencia de Dios. Toda una misión de aproximación a la humanidad, de compartir y servir sin condenas ni límites.

Ahora nos toca a nosotros continuar la misión de Jesús. Para eso tenemos que vivir el mismo proceso de Cristo. Saber, creer y entender que venimos de Dios, que él es la fuente de la vida y del amor, que él es nuestra salvación. Si conocemos, creemos y entendemos esto bien, tendremos toda la confianza necesaria para generosamente dedicar nuestra vida a su causa como Jesús. Esa será nuestra misión, nuestra tarea, revelar el amor de Dios al mundo. Ayudar, con nuestra práctica a que la gente experimente a Dios, no como una amenaza, un estorbo o un tirano, sino como amor, misericordia, perdón y compasión.  Nuestra misión no será la de cumplir con reglas, normas y preceptos, sino la de encarnar las actitudes que encarnó Jesús: cercanía, fraternidad, ternura y cariño de manera sencilla y abierta a favor de quienes comparten nuestra existencia. Todo ello confiando y esperando siempre en Dios. Él nunca nos abandonará.

La confianza y espera activa en el amor de Dios, lograda gracias al convencimiento pleno de que Jesús es el camino que conduce a la vida digna y plena, nos permitirá dirigirnos  a Dios en actitud de hijos. Muchas veces nuestra fe se enreda en los ritos, en las fórmulas, en los lugares sagrados, y perdemos el hilo conductor que nos hace uno con Dios: la práctica del amor fraterno. Que el Espíritu Santo nos abra al don de la sabiduría para saber vivir la alegría de los hijos de Dios.

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