“El
Evangelio de Hoy”: Lucas 13, 18-21
Lectura del santo evangelio según san
Lucas:
En aquel tiempo, Jesús decía: "A
qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de
mostaza que un hombre toma y siembra en un huerto; crece, se hace un arbusto y
los pájaros anidan en sus ramas. Y añadió: A qué compararé el Reino de Dios? Se
parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta
que todo fermenta". Palabra del Señor.
Reflexión
Jesús pone ejemplos entendibles sacados
de prácticas habituales en la vida de su pueblo, en este caso de la
agricultura, para ayudar a comprender la realidad del Reino de Dios. Como siempre,
no se trata de poderes ni de dominaciones. Jesús retoma esos valores de la vida
campesina y los trasplanta al campo religioso para enseñarnos cómo la más
diminuta semilla de bondad que se siembre y se cultive puede producir los
frutos más abundantes y los beneficios indirectos más sorprendentes. Se trata
de lo que Dios quiere, él mismo hace crecer su reino de manera misteriosa y
para ello nos pide a nosotros también la participación.
Hemos oído hablar, en múltiples ocasiones
de lo bien que hace a la vida humana, la convivencia fraterna, la armonía en
las relaciones interpersonales, la sonrisa y alegría constante, la fraternidad
que hace compartir y contar con los otros, en fin, la solidaridad y ayuda
mutua. Con nada de esto se va al mercado. Ningunos de estos valores humanos se
cotiza en las bolsas económicas de ninguna nación. Sin embargo, son elementos
indispensables que impulsan la vida y la dinamizan. El Reino se presenta como
una semilla minúscula plantada en el jardín de la creación, pero que, cuando
germina, tiene unos efectos benéficos impredecibles. Eso ocurre con el efecto
multiplicador del bien que tiene el Reino, que actúa como levadura en las obras
buenas que la humanidad emprende. Podemos influenciar enormemente la sociedad
con unas actitudes que aunque no sean noticia en los medios de comunicación,
fecundan abundantemente la sociedad.
Finalmente, podemos recordar, al estilo
de los predicadores tradicionales, que en reiteradas enseñanzas se le ha
atribuido a la iglesia ser esa presencia viva del Reino de Dios en el mundo,
ser esa semilla plantada humildemente al principio y que ha crecido y fecundado
muchos ambientes. Pero la figura más elocuente y fundamental del Reino de Dios
es el mismo Jesús presente en el mundo como el Hijo de Dios. Sin poder
dominador pero con amor transformador de todos y todas los que viven una
experiencia personal y comunitaria con él. La palabra de Dios es también esa
semilla sencilla plantada en medio de su pueblo que puede surtir efectos
grandioso en los corazones de quienes se abren a ella y dejan que fructifique.
Nosotros todos podemos ser también semillas del Reino de Dios. Demos el
testimonio coherente de fe y vida al que nos llama el evangelio. Eso hará
germinar abundantemente los elementos constitutivos del Reino de Dios:
Justicia, derecho, paz, fraternidad.
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