EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

domingo, 9 de enero de 2022

TÚ ERES MI HIJO, EL AMADO


 

“El Evangelio de Hoy”: Lc 3,15-16. 21-22

Lectura del santo Evangelio según San Lucas

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. Él tomó la palabra y dijo a todos: - Yo les bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él les bautizará con Espíritu Santo y fuego. En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: - Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto. Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

Celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Juan el Bautista no permite que la gente lo confunda con el Mesías. Conoce sus límites y los reconoce. Hay alguien más fuerte y decisivo que él. El único al que el pueblo ha de acoger. La razón es clara. El Bautista les ofrece un bautismo de agua. Solo Jesús, el Mesías, los "bautizará con el Espíritu Santo y con fuego". Estamos transitando tiempos de mediocridad espiritual. Necesitamos ser llenados de vigor espiritual para enfrentarnos a los retos que tenemos. En muchos cristianos crece el miedo a todo lo que pueda llevarnos a la renovación. El acento está puesto en la conservación del pasado, pero no nos preocupamos por escuchar las llamadas del Espíritu para preparar el futuro. Es urgente crear cuanto antes un clima más amable y cordial. Cualquiera no podrá despertar en el pueblo sencillo la ilusión perdida. Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son "espíritu y vida".

 

Qué importante es cuidar desde ahora un núcleo de creyentes en torno al Evangelio. Ellos mantendrán vivo el Espíritu de Jesús entre nosotros. Todo será más humilde, pero también más evangélico. Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos. Las personas necesitan oír cosas buenas. Hay entre nosotros demasiada condena. Son muchos los que se sienten maldecidos más que bendecidos. Se sienten malos, inútiles, sin valor alguno. Bajo una aparente arrogancia se esconde con frecuencia un ser inseguro que, en el fondo, no se aprecia a sí mismo. Y no es fácil desbloquear ese estado de cosas. Amarse a sí mismo cuando uno sabe cómo es, puede ser de las cosas más difíciles. Lo que muchos necesitan escuchar hoy en el fondo de su ser es una palabra de bendición. Saber que son amados a pesar de su mediocridad y sus errores.

 

Una de las mayores desgracias del cristianismo contemporáneo es haber olvidado, en buena parte, esta experiencia nuclear de la fe cristiana: «Yo soy amado, no porque soy bueno, santo y sin pecado, sino porque Dios es bueno y me ama de manera incondicional y gratuita en Jesucristo». Soy amado por Dios ahora mismo, tal como soy, antes de que empiece a cambiar. Los evangelistas narran que Jesús, al ser bautizado por Juan, escuchó la bendición de Dios: «Tú eres mi Hijo, el amado». También a nosotros nos alcanza esa bendición de Dios sobre Cristo. Cada uno de nosotros puede escucharla en el fondo de su corazón: «Tú eres mi hijo amado». Eso será también este año lo más importante. Cuando las cosas se te pongan difíciles y la vida te parezca un peso insoportable, recuerda siempre que eres amado con amor eterno.

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