Lectura del santo evangelio según san Lucas:
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por
Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un
hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El
ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué
saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has
encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y
le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el
Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob
para siempre, y su reino no tendrá fin."
Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues
no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo
que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a
pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que
llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó:
"Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra." Y la dejó el ángel. Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy es el evangelista San Lucas quien nos cuenta su
relato sobre el llamado que María recibe para ser la madre del Mesías prometido
de Dios. María siente de manera sorpresiva la visita de Dios en su vida y su
invitación a colaborar en el cumplimiento de la promesa de Dios a su pueblo. En
el texto, Dios está representado por el ángel Gabriel. María se siente elegida
para ser la madre del salvador; siente confusión y admiración frente a tan
misterioso acontecimiento; sin embargo, María acepta incondicionalmente la
misión confiada por medio del ángel.
¿Cómo pudo María sintonizar de manera tan acertada
con el anuncio del ángel? Sin duda por la fe que profesaba. No olvidamos que
María era parte del “resto” de Israel, el grupo de quienes estaban a la espera
de que Dios cumpliera su promesa de enviarles un salvador. Ella ha sido la
elegida, la agraciada, la privilegiada para ofrecer a toda la humanidad “la
Palabra-hecha-carne”; ella será la primera portadora de la Buena Noticia de la
salvación. Nuestro afecto y veneración a María brota no sólo por su “sí”, sino
porque ella nos enseña a engendrar la Palabra en nuestro interior y a darla a
luz con el testimonio de vida. Nosotros somos también invitados a dejar que
Dios nazca en nosotros para todos y todas.
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