Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
jueves, 3 de junio de 2021
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
“El Evangelio de Hoy": Mc 14,12-16. 22-26
Lectura del santo evangelio según san Marcos
El primer día de los Ázimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: - «¿Dónde
quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos,
diciéndoles: - «Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro
de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: "El Maestro
pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis
discípulos?" Les enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada
con divanes. Preparadnos allí la cena.» Los discípulos se marcharon, llegaron a
la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras
comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio,
diciendo: - «Tomen, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción
de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: - «Esta es mi sangre,
sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber
del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» Después
de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy celebramos la solemnidad del
Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi). Celebrar la eucaristía es
revivir la última cena que Jesús celebró con sus discípulos y discípulas la
víspera de su ejecución. Ninguna explicación teológica, ninguna ordenación
litúrgica, ninguna devoción interesada nos ha de alejar de la intención
original de Jesús. Antes que nada, Jesús quería contagiar su esperanza
indestructible en el reino de Dios. Su muerte era inminente; aquella cena era
la última. Pero un día se sentaría a la mesa con una copa en sus manos para
beber juntos un «vino nuevo». Nada ni nadie podrá impedir ese banquete final
del Padre con sus hijos e hijas. Celebrar la eucaristía es reavivar la
esperanza: disfrutar desde ahora con esa fiesta que nos espera con Jesús junto
al Padre.
Jesús quería, además, prepararlos para
aquel duro golpe de su pasión y su muerte. No han de hundirse en la tristeza.
La muerte no romperá la amistad que los une. La comunión no quedará rota.
Celebrando aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo, su presencia y su
espíritu. Celebrar la eucaristía es alimentar nuestra adhesión a Jesús, vivir
en contacto con él, seguir unidos.
Jesús quiso que los suyos nunca
olvidaran lo que había sido su vida: una entrega total al proyecto de Dios. Se
lo dijo mientras les distribuía un trozo de pan a cada uno: «Esto es mi cuerpo;
recuérdenme así: entregándome por
ustedes hasta el final para hacerlos llegar la bendición de Dios». Celebrar la
eucaristía es comulgar con Jesús para vivir cada día de manera más entregada,
trabajando por un mundo más humano. Él es nuestro alimento.
Jesús quería que los suyos se
sintieran una comunidad. A los discípulos les tuvo que sorprender lo que Jesús
hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de su copa, como era
costumbre, Jesús les invitó a todos a beber de una sola: ¡la suya! Todos
compartirían la «copa de salvación» bendecida por él. En ella veía Jesús algo
nuevo: «Ésta es la nueva alianza en mi sangre». Celebrar la eucaristía es
alimentar el vínculo que nos une entre nosotros y con Jesús.
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