EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

jueves, 27 de mayo de 2021

CIEGOS


 

“El Evangelio de Hoy”: Mc 10,46-52

Lectura del santo evangelio según san Marcos:

 

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

La curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos para urgir a las comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad. Solo así seguirán a Jesús por el camino del Evangelio. El relato es de una sorprendente actualidad para nuestro tiempo. Un mendigo ciego, al borde del camino, en su vida siempre de noche, no conoce el rostro de Jesús, no le puede seguir. Está en el camino por el que marcha Jesús, pero fuera. Esta situación es muy parecida a la nuestra, frente a Jesús. No conocemos a Jesús, nos falta luz para seguirlo. instalados en una religión que no logra convertirnos, en seguidores de Jesús, vivimos junto al Evangelio, pero fuera.

 

A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación: su grito repetido con fe va a desencadenar su curación. Hoy se oyen entre nosotros quejas y lamentos, críticas, protestas y mutuas descalificaciones. No se escucha la oración humilde y confiada del ciego. Se nos ha olvidado que solo Jesús puede salvarnos. No percibimos su presencia cercana. Solo creemos en nosotros. El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le llega a través de sus enviados: “Ánimo, levántate, que te llama”. Este es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos mutuamente a reaccionar. No seguir instalados en una religión convencional. Volver a Jesús que nos está llamando. Este es el primer objetivo pastoral.

 

El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su corazón solo brota una petición: “Maestro, que pueda ver. Si sus ojos se abren, todo cambiará. El relato concluye diciendo que el ciego recobró la vista y le seguía por el camino”. Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El salto cualitativo que puede cambiar a la comunidad eclesial. Si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos su Evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un mundo más humano, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la alegría de vivir siguiéndole de cerca.

 

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