Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los
Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía
a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una
mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
"Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de
Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban
esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía
con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les
dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra." E
inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron
escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó sólo Jesús, con
la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:
"Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella
contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno.
Anda, y en adelante no peques más." Palabra del Señor.
Reflexión
Jesús no condena, ni a la mujer ni a quienes la
acusan. Su actitud frente a ellos y ella no busca la complicidad ni el consuelo
mutuo frente a la realidad generalizada. Jesús ofrece el camino de la
conversión, del cambio de vida. Jesús no puede apoyar un comportamiento social
injusto que condena a las debilitadas mujeres mientras que sus cínicos verdugos
campean y dominan todos los escenarios de su desigual sociedad. La justicia de
Dios es justicia para la vida, no para la muerte. En el horizonte de su
justicia está la redención, el perdón de los pecados. En ese sentido, la muerte
del pecador cierra la puerta a cualquier posibilidad de enderezar su rumbo.
No hay perdón sin amor. La reconciliación no es el
resultado de la humillación del pecador, sino el encuentro de dos personas. La
misericordia de Dios no nos exime de la necesidad de la conversión: “Anda, y en
adelante no peques más”. Si Dios actuara condenando al pecador, cuál sería
nuestra suerte. La reacción de Jesús frente a la acusada de adulterio revela su
delicadeza y ternura, su capacidad para creer en el otro y la otra y su
confianza en la restauración de las personas. Hoy es el día para aprender de
Jesús, para vivir la misericordia y el perdón como hermanos y hermanas que
somos. Construyamos una sociedad justa. Al modo de la justicia de Dios.
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