Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
miércoles, 12 de agosto de 2020
CORRECCIÓN FRATERNA
“El Evangelio de Hoy”: Mt 18, 15-20
Lectura del santo evangelio según san Mateo:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si tu hermano peca, repréndelo a
solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace
caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por
boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si
no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un
publicano. Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el
cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les
aseguro, además, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Palabra del Señor.
Reflexión
Para vivir reconciliados y en actitud de apertura y crecimiento espiritual, lo importante
es “estar reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivamos
descalificándonos unos a otros. Lo decisivo es reunirse “en su nombre”: que
escuchemos su llamada, que vivamos identificados con su proyecto del reino de
Dios. Que Jesús sea el centro de nuestros pequeños grupos. Esta presencia
viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas
comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus
celebraciones, proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda
comunidad cristiana viva, para testimoniar su fe en Jesús.
Hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos reunimos para
escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su
Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena
Noticia. Nuestra única esperanza es Jesucristo. Somos nosotros los que
hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús como la
única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz
de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe
nueva en estos tiempos de incredulidad. Si nos corregimos mutuamente en
presencia de Jesús, las cosas avanzarán hacia la unidad, desde la humildad y la
confianza depositada en Jesús y su Espíritu.
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