“El Evangelio de Hoy”: Mt 13,
24-43
Lectura del santo evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús propuso otra- parábola a la gente: -
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del
trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció
también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor,
¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les
dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron:
"¿Quieres que vayamos a recogerla? Pero él les respondió: "No, que,
al arrancar la cizaña, podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos
hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: «Arranquen
primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo almacénenlo en
mi granero.» Palabra del Señor. (Versión corta)
REFLEXIÓN
Déjenlos crecer juntos hasta la siega. Uno de los fenómenos
más característicos de nuestra época es, sin duda, la contestación y la
protesta, consecuencia del malestar que se experimenta en una sociedad
conflictiva y en nosotros. Sin duda, la contestación es algo necesario para
purificar nuestra sociedad. Y la fe cristiana puede y debe ser fuente dinámica
de comportamiento contestatario. Pero no por esto es positivo contestar
cualquier cosa y de cualquier manera. No toda protesta y toda condena es
igualmente constructiva en la búsqueda titubeante de una nueva sociedad.
También la contestación necesita ser criticada y purificada.
Hay una protesta amargada que
nace de la frustración y la agresividad, y que difícilmente puede aportar nada
válido al nacimiento de un hombre nuevo. Hay una protesta que surge de la intolerancia,
el fanatismo y la intransigencia, y que fácilmente puede acentuar las divisiones,
las discordias y los partidismos, haciendo más difícil el esfuerzo común
necesario para una transformación social.
Hasta la lucha contra la epidemia del covid 19 necesita vivirse de
manera corresponsable, siendo parte de la solución.
De manera fácil e irresponsable
tendemos a «clasificar» y etiquetar a las personas de progresistas o
conservadores, vanguardistas o integristas, izquierdas o derechas, dividiendo
de nuevo el mundo en «buenos y malos» y condenando a quien no coincide
con nuestra particular visión de las cosas. Así empobrecemos nuestra capacidad
de diálogo y colaboración, adoptando posturas previas que nos encierran en
nuestra propia posición y nos colocan falsamente por encima de los demás.
Cuántas veces una condena fácil e indiscriminada de los demás, no es sino una
manera infantil de querer ocultar la propia mediocridad y la incapacidad de
actuar de manera más constructiva y comprometida.
No se trata de acallar nuestra
conciencia crítica, sino de saber asumir nuestra propia responsabilidad con
lucidez, sin ver siempre en los demás «cizaña» que hay que arrancar y en nosotros
«trigo limpio» que hay que respetar. No es suficiente recriminar a
otros, lamentarse de las estructuras existentes o descargar nuestra
responsabilidad, considerando siempre las injusticias consecuencia del pecado
de los demás. También en cada uno de nosotros hay «cizaña» que debe desaparecer.
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