Sábado Santo
La Iglesia no
celebra ningún sacramente en este día. El Viernes Santo vivimos su pasión y su
muerte y hoy le acompañamos en su sepulcro en silencio y oración.
El sábado Santo
es un día cargado de esperanza. Sabemos que Jesús no se quedó en el sepulcro,
él resucitó y eso es lo que nos aporta la alegría y la esperanza. Por eso, hoy
esperamos la Noche Santa, como cantamos en el Pregón Pascual, la gran noche en
que vivimos la memoria de la resurrección de Jesús. Así, se instalará la
alegría y el gozo de sabernos salvados por la vida, la pasión, la muerte y la
Resurrección de Jesús. Durante 50 días estaremos celebrando este acontecimiento
en nuestra liturgia eclesial.
“El Evangelio
de Hoy”: Lc 24, 1-12
Lectura del santo evangelio según
san Lucas
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres
fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron
corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor
Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres
con vestidos refulgentes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les
dijeron: - ¿Por qué buscáis entre los muertos
al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando
todavía en Galilea: «El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de
pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y
anunciaron todo esto a los Once y a los demás. María Magdalena, Juana y María,
la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a los apóstoles. Ellos lo
tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro
se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio sólo las vendas por el
suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido. Palabra
del Señor
REFLEXIÓN: RESUCITAR CADA DÍA
La resurrección de Cristo constituye el fundamento de
nuestra propia resurrección y es promesa de vida eterna, más allá de la muerte.
Pero esta resurrección de Cristo es, al mismo tiempo, el punto de partida para
vivir ya desde ahora de manera renovada y con un dinamismo nuevo. Quien ha entendido lo que significa la resurrección del
Señor, se siente urgido a vivir ya esta vida como «un proceso de resurrección»,
muriendo al pecado y a todo aquello que nos deshumaniza, y resucitando a una
vida nueva, más humana y plena. Resucitar cada
día es hacer crecer en nosotros la vida, liberarnos del egoísmo estéril y parasitario,
iluminar nuestra existencia con una luz nueva, reavivar en nosotros la
capacidad de amar y de crear vida.
El primer signo de esta vida
renovada es la alegría. Esa alegría de los discípulos «al ver al Señor».
Una alegría que no proviene de la satisfacción de nuestros deseos ni del placer
que producen las cosas poseídas ni del éxito que vamos logrando en la vida. Una
alegría diferente que nos inunda desde dentro y que tiene su origen en la
confianza total en ese Dios que nos ama por encima de todo, incluso, por encima
de la muerte. Esta alegría pascual impulsa a los
creyentes a perdonar y acoger a todas las personas, incluso a los enemigos,
porque nosotros mismos hemos sido acogidos y perdonados por Dios tal como somos.
De la experiencia pascual
nace una actitud nueva de esperanza frente a todas las adversidades y
sufrimientos de la vida, una serenidad diferente ante los conflictos y
problemas diarios, una paciencia grande frente a cualquier situación y persona.
Una creatividad transformante frente a la realidad que nos toca vivir. Esta experiencia pascual es tan central para la vida y las
comunidades cristianas que puede decirse sin exagerar que ser cristiano es,
precisamente, hacer esta experiencia y saborearla día a día con vivencias,
actitudes y comportamiento a lo largo de la vida.
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