Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
domingo, 6 de mayo de 2018
ALEGRÍA ETERNA
“El Evangelio de Hoy”: Jn 15, 9-17
Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así les
he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos,
permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor.Les he
hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a
plenitud. Éste es mi mandamiento: que se
amen unos a otros como yo les he amado. Nadie tiene amor más grande que el que
da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo le mando.
Ya no les llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a
ustedes les llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se lo he dado a
conocer. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien les he elegido y
les he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure. De modo que lo
que pidan al Padre en mi nombre se lo dé.. Esto les mando: que se amen unos a
otros." Palabra del Señor
Reflexión
Para una alegría
eterna. Las primeras generaciones cristianas cuidaban mucho la alegría. Les
parecía imposible vivir de otra manera. El evangelio de Juan pone en boca de
Jesús estas palabras inolvidables: «les he hablado... para que mi alegría
esté en ustedes y su alegría sea plena» La
alegría no es algo secundario en la vida de un cristiano. Es un rasgo
característico. Una manera de estar en la vida: la única manera de seguir y de
vivir a Jesús. Aunque nos parezca «normal», es realmente extraño «practicar» nuestra
religión, sin experimentar que Cristo es fuente de alegría vital.
Esta alegría del
creyente no es fruto de un temperamento optimista. No es el resultado de un
bienestar tranquilo. No hay que confundir la alegría con una vida sin problemas
o conflictos. Sabemos que un cristiano experimenta la dureza de la vida con la
misma crudeza y la misma fragilidad que cualquier otro ser humano.
El secreto de la alegría está más allá de esa alegría que
uno experimenta cuando «las cosas le van bien». Pablo de Tarso dice que es una «alegría
en el Señor», que se vive estando enraizado en Jesús. Juan dice más:«es
la misma alegría de Jesús dentro de nosotros»
La alegría cristiana nace de la unión íntima con Jesucristo. Por eso no se manifiesta de
ordinario en la euforia o el optimismo a todo trance, sino que se esconde
humildemente en el fondo del alma creyente. Es una alegría que está en la raíz
misma de nuestra vida, sostenida por la fe en Jesús. Esta alegría no se vive de espaldas al sufrimiento que hay
en el mundo, pues es la alegría del mismo Jesús dentro de nosotros. Al
contrario, se convierte en principio de acción contra la tristeza. Pocas cosas
haremos más grandes y evangélicas que aliviar el sufrimiento de las personas
contagiando alegría realista y esperanza.
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