“El Evangelio de Hoy”: Jn 8, 1-11
Lectura del santo evangelio según san Juan:
En aquel tiempo,
Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el
templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los
fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio,
le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante
adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué
dices?"
Le preguntaban
esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús,
inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire
la primera piedra."
E inclinándose
otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo,
se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo
Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le
preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha
condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor."
Jesús dijo:
"Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más." Palabra del
Señor.
REFLEXION
Vemos a Jesús rodeado de mujeres: amigas entrañables como María
Magdalena o las hermanas Marta y María de Betania. Seguidoras fieles como
Salomé, madre de una familia de pescadores. Jesús las mira con ojos diferentes.
Les brinda una ternura desconocida hasta ese momento, defiende su dignidad, las
acoge como discípulas. Nadie las había tratado así. Cuando le presentan la
mujer sorprendida en adulterio, con intención de lapidar-la, reacciona de la
misma manera que ha tratado siempre a las mujeres de su entorno. Traen a la
mujer pero no traen al adúltero. En aquella sociedad machista y en las de hoy
sucede esa misma realidad. Se condena a la mujer porque ha deshonrado a la
familia y se disculpa al hombre.
Jesús es diferente, con sencillez y valentía admirables, pone
verdad, justicia y compasión: el que esté sin pecado que arroje la primera
piedra. Los acusadores se retiran avergonzados. Saben que ellos son los más
responsables de los adulterios que se cometen en aquella sociedad. Jesús se
dirige a aquella mujer humillada con ternura y respeto: Tampoco yo te condeno.
Vete, sigue caminando en tu vida y, en adelante, no peques más. Jesús
confía en ella, le desea lo mejor y le anima a no pecar. Pero, de sus labios no
saldrá condena alguna. Es un llamado al perdón mutuo, a la solidaridad en los
momentos de debilidad. Los hermanos en Jesús han de perdonarse siempre
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