Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
martes, 24 de noviembre de 2015
TODO LO FALSO SERA DESTRUIDO
“El Evangelio de Hoy”: Lc 21, 5-11
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del
templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: "Esto
que contemplan, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será
destruido." Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y
cuál será la señal de que todo eso está para suceder?" Él contestó:
"Cuidado con que nadie les engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi
nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está
cerca", no vayan tras ellos. Cuando oigan noticias de guerras y de
revoluciones, no tengan pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el
final no vendrá en seguida." Luego les dijo: "Se alzará pueblo contra
pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países
epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Palabra del Señor.
Reflexión
El templo de Jerusalén era una gran construcción que
había sido levantado en 80 años de trabajo, de sacrificio y de recursos pagados
por un pueblo pobre; no había templos de religiones conocidas en la época que
le superara. Su belleza y amplitud llevaba a exclamaciones y ponderaciones como
nos dice El Evangelio de Hoy. Jesús interpela a sus auditores y les hace pensar
un momento en todo eso, se sitúa críticamente invitando a evaluar su utilidad y
durabilidad. Las personas que se había sacrificado para esta construcción, eran
felices ¿qué aporta el templo a los ciudadanos que lo utilizan para sus
prácticas religiosas? ¿Cuál es la situación económica de la gente en general?
¿Produce paz, produce fraternidad e igualdad?...
Toda práctica colectiva debe rendir colectivamente
resultados integrales. La crítica de Jesús pone en evidencia cómo la voluntad
humana de poder se encubre con espléndidos edificios religiosos y con teologías no menos sofisticadas. En la actualidad
tenemos una situación semejante; sólo que ahora no se cometen esas injusticias
a nombre de la religión, sino del ‘progreso’, la tecnología, la eficacia o el
crecimiento económico. Muchas guerras, catástrofes e injusticias se evitarían
si, de una vez para siempre, los seres humanos aprendieran el significado de
los límites que la misma existencia impone. Las construcciones no pueden
sobrepasar las posibilidades reales de los pueblos.
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