EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

jueves, 8 de octubre de 2015

FIDELIDAD Y PERSEVERANCIA

“El Evangelio de Hoy”: Lc 11, 5-13

Lectura del santo evangelio según san Lucas: 

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si alguno de ustedes tiene un amigo y viene a medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada, mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos". Si el otro insiste llamando, yo les digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá; porque quien pide, recibe; quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué padre entre ustedes, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?"  Palabra del Señor.

Reflexión

Aunque el fondo de este texto evangélico nos invita a la oración constante, las actitudes y valores humanos que contiene son muy adecuados para nuestras relaciones con los demás. El evangelio destaca dos valores: la fidelidad y la perseverancia. Dos valores que en nuestros días son descuidados y  hasta sustituidos por el inmediatismo, la prisa y la eficacia mal entendida. Lo que observamos en la vida de Jesús es completamente diferente. Jesús se detiene frente a las personas que encuentra en su camino, mantiene su amistad y cariño, responde a los requerimientos de los necesitados.

 En este texto  la fidelidad se manifiesta en la recepción del huésped inesperado. No importa si llega sin avisar; para la cultura del pueblo de Jesús, los deberes de hospitalidad son sagrados. Por esta razón el anfitrión se anima a importunar a su vecino para atender al amigo que ha llegado. El visitante es merecedor de todas las atenciones y el cuidado que se preste a estas obligaciones revela la calidad humana del anfitrión. La perseverancia se manifiesta en la capacidad de no dejarse vencer por los obstáculos y de mantener siempre claros los objetivos de la tarea que se ha emprendido; no importa que una persona parezca inoportuna, si las metas que se proponen obedecen a un propósito noble. La confianza ayuda a perseverar sabiendo que en el fondo no inoportuna sino que espera pacientemente una respuesta a su  necesidad.

Hoy tenemos la oportunidad de revisar cómo vivimos nosotros estos valores de la fidelidad y la perseverancia. La fidelidad se aplica en toda relación humana. En la vida cristiana ocurre algo semejante. Jesús es nuestro huésped y llega a nosotros en la Palabra, en la eucaristía, en la persona necesitada. Para recibirlo bien, con frecuencia debemos asumir compromisos, pasar vergüenza e incluso importunar a otras personas, despertarlos, “sacarlos de su lecho”. Sin embargo, si asumimos los deberes de la hospitalidad para con nuestro Señor y Maestro, lo recibiremos correctamente y le daremos la prioridad que se merece. Finalmente  estaremos contentos de acogerlo en nuestra vida y compartirlo con nuestros hermanos y hermanas. Los otros también se beneficiarán de nuestra acogida fiel y perseverante.

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