EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

miércoles, 3 de junio de 2015

ESTÁN MUY EQUIVOCADOS

“El Evangelio de Hoy”: Mc 12, 18-27

Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano." Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella."
Jesús les respondió: "Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados." Palabra del Señor

REFLEXIÓN


Los saduceos quieren ridiculizar a Jesús y su enseñanza sobre la Resurrección de los muertos. Buscan desacreditarlo para condenarlo. El objetivo es hacer caer a Jesús en la trampa. La respuesta de Jesús es que la mujer del caso no pertenece a nadie. Porque con la resurrección de los muertos las condiciones de la vida anterior cambian sustancialmente. La resurrección abre la puerta a una dimensión diferente de la nuestra. Por la resurrección se entra a participar de la vida de Dios en una comunión que supera toda relación humana. Jesús argumenta sobre la resurrección apelando a la identidad misma de Dios: él no es un dios muerto o de muertos, sino vivo y de vivos, de Abrahán, Isaac y Jacob; es el Dios de la vida. Cuando pretendemos acudir a tradiciones religiosas y llegamos hasta a ocultar el verdadero rostro de Dios, estamos desconociendo su misma identidad. Confesar al Dios vivo, Señor de la vida, es comprometerse a cuidar y defender la vida en todas sus formas como don suyo. Porque él es el origen y destino de la vida. En él encontrará toda vida su más plena realización. Vivamos de acuerdo con lo que creemos, defendiendo la vida de los necesitados.

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