“El
Evangelio de Hoy”: Jn 2,1-11
Lectura del santo
evangelio según san Juan
"Al tercer día se celebraron
unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. También fueron
invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Y, como faltase el vino, la Madre
de Jesús le dijo: No tienen vino, Jesús le respondió: Mujer, ¿qué nos va a tí y
a mí? Todavía no ha llegado mi hora. Dijo su Madre a los sirvientes: Hagan lo
que él les diga. Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las
purificaciones de los Judíos, cada una con capacidad de dos o tres metretas.
Jesús les dijo: Llenen de agua las tinajas: Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dijo: Saquen ahora y lleven al maestresala. Así lo hicieron.
Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde
provenía, aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían, llamó al esposo
y le dijo: Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el
peor; tú al contrario, has guardado el vino bueno hasta ahora. Así, en Caná de
Galilea hizo Jesús el primero de sus milagros con el que manifestó su gloria, y
sus discípulos creyeron en él". Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Los 11 de febrero, fiesta de
Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra la jornada mundial de los
enfermos. Es una manera de invitarnos a ser solícitos y solidarios con quienes,
por enfermedad o vejez, ya no nos pueden acompañar en nuestras actividades
comunitarias. La oración por los enfermos nos aproxima a ellos en un movimiento
caritativo fraterno que nos enriquece. El tema escogido para la jornada mundial
de los enfermos es “Era los ojos del ciego y del cojo los pies» (Job 29,15)”.
Se trata de preguntarnos junto a los enfermos, ¿qué es lo que te hace disfrutar
de la vida? ¿Cómo podemos gustar de la vida? A partir de la práctica de Jesús,
el evangelio de esta fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, nos invita a aportar
la alegría y el sentido a la vida, viviendo la fe y la caridad fraterna.
En su mensaje para esta XXIII
Jornada mundial de los enfermos el Papa nos dice : También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan
sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar
privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia
cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose
a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis
ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento
y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que
permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no
sea capaz de comprenderlo hasta el fondo. Salud y todavia mucha vida para todos
los enfermos o debilitados.
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