EVANGELIO DEL DOMINGO
"Velen, porque no saben el momento". San Marcos, 51-62.

viernes, 26 de diciembre de 2014

"SIMON PEDRO Y EL OTRO DISCIPULO ENTRARON AL SEPULCRO"

El Evangelio de hoy: Juan 20, 2-8

Lectura del santo evangelio según san Juan:
El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Palabra del Señor

Reflexión
Es tiempo de Navidad. Hemos hecho un camino de Adviento para ir hacia Jesús, que viene a nosotros, “en cada persona y en cada acontecimiento¨. Con los testimonios de Esteban ayer y hoy de Juan, vamos comprendiendo que la Encarnación es una relación de amistad, de amor de “Dios con nosotros” y de una gran experiencia de todo lo que envuelve la cercanía de Dios.
Con los dos testigos últimos que celebramos –Esteban y Juan-, el amor encarnado en la historia de nuestras realidades cotidianas se hace presencia amorosa que invita al encuentro, al perdón, a la reconciliación, a pasar de situaciones menos humanas a situaciones más humanas. La encarnación sustenta nuestra condición de hijos e hijas de Dios. El acontecimiento de Jesús en nuestras vidas y en la construcción del Reino de Dios, pasa por todas las circunstancias de nuestras vidas.
Contemplamos al niño que nace para nuestra salvación. En su encarnación El vive las realidades humanas como suyas y toda su existencia será una respuesta generosa a la vida, para que todos y todas tengan vida.
Testigos de lo que han visto y oído, nos invitan también a nosotros entrar en ese dinamismo de encarnación y hacer que esta realidad de más, y que nosotros mismos no nos agotemos en normas, convencionalismos, cultos y prácticas piadosas. Encarnarse implica más. Quien se entusiasma y compromete con el proyecto y la persona de Jesús, ya participa en la Vida y, como respuesta, la valoración y asunción de la vida como realización humana y cristiana, abre a la disponibilidad, al servicio, a las relaciones fraternas, a la compasión por los que no tienen vida o viven amenazados de muerte. Así, la propia vida se hace capacidad de darse, de no temer a quienes matan la vida. Y podemos nosotros también ver y oír, hacer experiencias de resurrección.


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