Una reflexión del Evangelio en perspectiva teológico-pastoral para animar desde la liturgia, la vida de fe en su compromiso personal y comunitario
lunes, 17 de noviembre de 2014
SEÑOR, QUE VEA DE NUEVO
“El Evangelio de Hoy”: Lc 18, 35-43
Lectura del santo evangelio según san Lucas:
En aquel tiempo,
cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino
pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello, y le
explicaron: "Pasa Jesús Nazareno". Entonces gritó: "¡Jesús, hijo
de David, ten compasión de mí!" Los que iban delante
le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de
David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" El
dijo: "Señor, que vea otra vez". Jesús le contestó: "Recobra la
vista, tu fe te ha curado". En seguida recobró la vista y lo siguió
glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios. Palabra del Señor.
Reflexión
El Texto evangélico de la sanación del ciego de Jericó es una gran invitación a ver de nuevo. Ver de nuevo
significaría, estar abiertos a lo que Dios nos pide hoy en medio de nuestras
situaciones. Es el ejercicio profético que nos aportan los escritos de la
Biblia que llamamos proféticos. Estar atentos y atentas para discernir qué nos
dice Dios en la coyuntura actual, para ponernos a su servicio comunicando a
los otros el mensaje de Dios. Descubrir la voluntad de Dios para vivirla. Ver otra vez significa ver de
manera nueva, cambiar, dignificarse.
Pongamos mucha atención pues en nuestro tiempo asistimos a una situación semejante.
Muchas personas buscan a Jesús porque lo ven como una fuente de
milagros o, incluso, de poder de dominación. Otras lo siguen impresionadas por
los títulos con los que se exalta su figura. El evangelio nos invita a pedirle
a Jesús que sea Él quien abra nuestros ojos para que seamos nosotros mismos
quienes lo descubramos en los rostros de las personas que lo sirven en los más
pobres y que sufren al defender a las víctimas y al exigir justicia, como Él lo
hace. Dejemos que Jesús abra nuestros ojos. No tengamos miedo a ver lo que
antes no alcanzábamos a ver. Admitamos nuestras cegueras y pidámosle a Jesús
que tenga compasión de nosotros y los demás.
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